Se dice que la persona más longeva de la que hay noticia es la francesa Jeanne Calment (1875-1997): vivió 122 años, 5 meses y 14 días. Aunque también hay sospechas de que en algún momento su hija Yvonne se empezó a hacer pasar por ella, y así consiguió sumar otra vida al recuento.
Fuera Jeanne o Yvonne, muy mala inversión hizo el notario que compró su piso en 1969 por el sistema de en viager, que permite ir pagando una vivienda mientras el propietario sigue instalado en ella. El notario murió en 1995 (dos años antes que Jeanne – o Yvonne-) sin haber llegado a ocupar la casa y habiendo gastado más de 200.000 euros en la compra.
Algunas ideas que voy adoptando y que me han hecho madurar:
Prueba a sustituir «no puedo» por «no quiero«, y se te simplificará la vida.
Trátate bien. Cuando te infravalores, haz este ejercicio: lo que piensas o dices de ti mismo, ¿tolerarías que lo dijeran de tus hijos? ¿o de cualquier ser querido?
Las emociones tienen su utilidad, y no hay por qué evitarlas ni avergonzarse de ellas:
– la tristeza nos permite ver qué/quiénes nos importa(n)
– la ira nos lleva a defender nuestros intereses
– el miedo nos pone alertas sobre las amenazas (a nuestra vida, pero también a nuestra autoestima)
Explica que ella procrastina en cualquier momento y lugar, y que, ya que lo hace, se asegura que sea de la mejor forma posible. Por eso ha desdoblado su personalidad: Margaret escribe, y Peggy hace todo lo demás.
Describe con una imagen la procrastinación: quieres meterte en el agua, sumerges un pie y está fría. Entonces esperas, vuelves a meter el pie y sigue fría. Y así hasta que la temperatura te convence y por fin te bañas.
Al final entre los expertos hay consenso: no procrastinamos para no hacer una actividad, sino para evitar el sentimiento o sensación que nos provoca.
La idea de que haber superado otras calamidades nos hace más fuertes no es real, hemos podido aprender de ellas, pero lo cierto es que cuantas más calamidades hayamos pasado, menos probabilidades tenemos de superar la próxima. Esto fue algo que descubrimos al estudiar las consecuencias del 11-S.
Pienso en el alivio que sentimos porque una situación ya no tiene que repetirse. Y de repente, por la circunstancia que sea, vuelve. Y la idea de hacerlo una vez más agota tus reservas, te exprime y te machaca. ¿Qué parte de ti sale a flote?
Comparto la idea, recurrente estos días, de que lo que estamos viviendo nos está enseñando mucho sobre nosotros, individualmente. Aunque colectivamente también creo que Rojas Marcos lleva razón:
El dolor y la tragedia no te hacen mejor persona.
Pero hay esperanza:
En una adversidad quienes ayudan a otros sobreviven más que quienes no se mueven. Este es mi mensaje, confiemos en nuestro propio ser, en nuestra naturaleza, porque si la alimentamos vamos a ser más felices.
Por último, una frase que tendríamos que enmarcar ahora:
La diferencia entre la buena información y la mala es que una te ayuda a entender, la otra busca llamar la atención y asustar.
Dicen que notas que te haces mayor por el peso de las responsabilidades. Si, además, eres tan inseguro como yo, suma a las responsabilidades las decisiones difíciles y entenderás por qué te va cambiando la expresión. Pero no está todo perdido, estoy segura de que es una adaptación más.
No hay precedentes. Y es difícil saber qué es lo más seguro y lo más ético cuando tomas una decisión.
Es traducción libre que saco de un artículo del New York Times.
Marc Maron hace un monólogo sobre la actualidad en su podcast, WTF antes de cada entrevista. La última que he escuchado, con Laura Linney, es pura magia. En la introducción, Maron consigue poner en palabras mis sentimientos de estas últimas semanas:
Estás en una permanente negociación contigo mismo: sobre lo que realmente necesitas, lo que haces para no volverte loco, la preocupación por no dañar a los demás con tus actos. Es un equilibrio difícil.
No es posible la empatía cuando te están juzgando, y no es posible juzgar a alguien y esperar que empatice contigo.
Son sentimientos que se excluyen el uno al otro.
Igual que no es posible pensar en otra cosa cuando estás fijándote en tu respiración, y ahí está la base de la meditación y demás experiencias del momento presente.
Según la RAE:
Empatía:
1. f. Sentimiento de identificación con algo o alguien.
2. f. Capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos.
No tenía ni idea de que en el uso de los cubiertos hay un estilo continental y otro americano. Me enteré por Swiss Lark y haciendo memoria diría que efectivamente el americano lo hemos visto en montones de películas.
La principal diferencia es que los europeos usamos cuchillo y tenedor durante toda la comida; y los nortemericanos cortan los alimentos al principio con cuchillo y tenedor pero luego siguen solo con el tenedor, no pinchando los trozos sino usando el tenedor a modo de cuchara.
Yo la conocí en la versión del 92. Era potente y pegadiza pero el impacto no fue el mismo que oírla ahora que tengo un hijo. Le letra no es apta para sentimentales.
Mi hijo vino al mundo de la manera usual pero había viajes que hacer y cuentas que pagar aprendió a caminar mientras yo no estaba y aprendió a hablar antes de yo saberlo creció diciendo: «Voy a ser como tú papá» «sabes que voy a ser como tú»
Los gatos en la cuna y la cuchara de plata pequeño niño triste y el hombre en la luna «¿cuando vienes a casa?» «no lo sé, hijo, pero estaremos juntos y sabes que lo pasamos bien».
Mi hijo cumplió 10 años y dijo -«gracias por la pelota, papá, vamos a jugar, ¿me enseñas a tirarla?» y entonces le dije «hoy no, tengo muchas cosas que hacer» el me respondió -«está bien», se fue, sonrió y dijo: «voy a ser como él, sí sabes que voy a ser como él»
El otro día vino de la universidad como un hombre le dije a mi hijo: «estoy orgulloso de ti, te puedes sentar un momento» entonces movió la cabeza y con una sonrisa dijo: «lo que me gustaría, papá, es que me prestases las llaves del coche te veo más tarde, ¿me las das?»
Ha pasado un tiempo desde que me retiré y mi hijo se fue lo llamé el otro día y le dije «puedo visitarte, si no te importa» el respondió: -«me gustaría, papá, si tuviera tiempo tengo mucho trabajo y el niño está enfermo, pero me ha gustado hablar contigo papá, de verdad que me ha gustado hablar contigo» y apenas colgué el teléfono me acordé: «él ha crecido y se ha vuelto como yo, mi hijo ha crecido y ahora es como yo»