Tras vanos intentos de publicar este post en tintachina, lo anoto aquí. Virginia Woolf lo escribió inmediatamente después de la Primera Guerra Mundial, y ahora lo reproducimos recordando la «burbuja» de la nueva economía.
Antes de la guerra, en un almuerzo como éste, la gente hubiera dicho exactamente las mismas cosas, pero hubieran sonado distintas, porque en aquellos días las acompañaba una especie de canturreo, no articulado, sino musical, emocionante, que cambiaba el valor mismo de las palabras.