La poesía árabe gusta de fundir los conceptos de agua y fuego, asociados al llanto y la pasión. Por ello no es raro encontrarlos en muchas de las casidas del Diván del Tamarit (1931-35) de Lorca, poemario de inspiración arábigo-andaluza. Veamos, por ejemplo, estos versos de su Casida de la muchacha dorada:
La muchacha de lágrimas
se bañaba entre llamas,
y el ruiseñor lloraba
con las alas quemadas.