El 13 de julio de 1798 William Wordsworth visitó, junto a su hermana Dorothy, las ruinas de la abadía de Tintern, a orillas del río Wye, que traza la frontera natural entre Inglaterra y Escocia. El paseo le inspiró un largo poema titulado precisamente Tintern Abbey, que hoy se considera pieza fundacional de la lírica romántica. El poema es emocionante, sorprende descubrir que tenía 28 años cuando lo escribió. Empieza así:
¡Cinco años han pasado; cinco estíos
tan largos como cinco inviernos! Y oigo
de nuevo las cascadas que descienden
con un murmullo suave, tierra adentro…
La simbiosis entre su alma y la naturaleza es perfecta en cada verso. Y el poder del recuerdo es arrollador:
Formas
estas, bellas, no han sido -para mí,
en mi ausencia- un paisaje en ojo ciego:
pues, a menudo, en cuartos solos, entre
el fragor de ciudades, me graciaron
-en horas de fatiga- con dulzuras
caídas en mi sangre, hasta en mi alma
y el cerebro más puro, con tranquila
renovación; pero también recuerdos
de irrecordados goces, tales como
los que influyen en esa mejor parte
de la vida de un hombre bueno; sus
actos breves, sin nombre, irrecordados,
plenos de amor y gracia…
Ha pasado el tiempo, Wordswoth se siente tan transido, tan perplejo, pero orgulloso:
Pues, he aprendido a contemplar
a la natura, no como ese joven
atolondrado, sino oyendo, a veces,
la música más triste de los hombres (…)
Y he sentido
la dicha de elevados pensamientos…
Aquí está la traducción completa al español.