Tu corazón, cerrado por reformas,
vagando va en la música
sin querer contestarme.
Acabo de terminar el Diario cómplice (1987) de Luis García Montero. Como siempre, los motivos clásicos caminan junto a los más recientes, con hallazgos (algo sabinianos) como el de estos versos que reproduzco. En bastantes poemas me ha parecido distinguir la huella de Cernuda, y no sólo porque García Montero haya dirigido un curso sobre él en la Menéndez Pelayo. Un ejemplo es este verso del Diario cómplice: El cuerpo en donde viven las interrogaciones… que recuerda al conocido, insuperable poema de Los placeres prohibidos que empieza así:
>No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe,
Un mundo cuyo cielo no existe.