No tengo ningún disco de Serrat. Con sus canciones me pasa lo mismo que con la copla: todos los clásicos los conozco a través de versiones ajenas. Serrat está a punto de sacar un disco con un título de lo más inspirado: Versos en la boca. Pregunto: ¿a nadie se le había ocurrido antes ese juego de palabras? Con el idioma ocurre como con la música, te crees que ya se habían hecho todas las combinaciones posibles cuando, de repente, alguien inventa una melodía genial.
En Cantautores.org ya se pueden leer las letras de todas las canciones del disco. Hay dos que me gustan en particular. La de Señor de la noche está extraída de un poema de Luis García Montero. Su tono de triste esperanza es inconfundible:
Si prefiere quedarse,
haz que todos se vayan
y este bar se despueble
para dejarnos solos
con la canción más lenta.
Entre las letras del propio Serrat, me quedo con la de Los recuerdos, a pesar de que, para mi gusto, el ritmo cojea levemente. Habla de una preocupación que algún día (adivino) será recurrente en esta bitácora: la tendencia (inevitable) a teñir de poesía los acontecimientos del pasado:
Los recuerdos suelen
contarte mentiras.
Se amoldan al viento,
amañan la historia;
por aquí se encogen,
por allá se estiran,
se tiñen de gloria,
se bañan en lodo,
se endulzan, se amargan
a nuestro acomodo,
según nos convenga;
porque antes que nada
y a pesar de todo
hay que sobrevivir.
En palabras del propio Serrat en El País de hoy, manipulamos los recuerdos «para no ser profundamente desgraciados. Nos obligaría a cargar pesos desproporcionados como son los errores, las maldades que uno ha cometido, las estupideces y nuestros propios demonios«.