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Distancias

Se sentaron, se miraron, sonrieron y miraron a otro lado. Robbie y Cecilia habían hecho el amor durante años: por correo. En sus misivas cifradas habían intimado, pero qué artificial parecía ahora su cercanía al entablar una charla trivial, un desvalido catecismo de preguntas y respuestas corteses. A medida que la distancia se abría entre ellos, comprendieron lo lejos que habían ido en sus cartas. Habían imaginado y deseado aquel momento durante tanto tiempo que ahora no sabían evaluarlo (…) No se le ocurrió nada mejor que decir, y temió el silencio que pudiera instaurarse, y la torpeza que sería un preludio del momento en que ella le dijera que había sido agradable volver a verse.

Esto no lo he escrito yo, ni es un testimonio real, ni siquiera transcurre en la época actual, sino en 1939, recién comenzada la Segunda Guerra Mundial. Es un fragmento de Expiación, la obra maestra de Ian McEwan, no porque sea su mejor libro (o tal vez sí, no he leído otros), sino por la huella que deja. Te dan ganas de llorar al terminarlo, y no es que sea lacrimógeno ni mucho menos, es que quieres más y más. ¡Y es un libro del año pasado! He recuperado la fe en la literatura que se hace hoy (y tanto, glups).

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