Me marché de Granada cargada de dulces andalusíes y pensando, como sospechaba, que soy más mora que cristiana. En enero Granada habla japonés, me imagino que las guías turísticas concentran su atención en el recinto de la Alhambra, porque el Albaicín y el Sacromonte, sobre todo el Sacromonte, estaban despejados y en calma.
Granada ha sido para mí la shawarma, los patinetes eléctricos, los semáforos perezosos, los gatos que se dejan acariciar por la Alhambra, esta pulsera que no me quiero quitar, el té paquistaní, el Día de la Campana y Albaicín, mucho Albaicín. También es un poeta granadino que sabe contar lo incontable, Luis García Montero:
Soy más feliz que yo, no es mi costumbre.
Tuve miedo a saberlo.