El manuscrito era desmesurado, áspero, imposible de descifrar por la cantidad de correcciones, de tachaduras y de signos incomprensibles. Hojeando tal engorroso paquete de hojas, Gide se aburrió leyendo la descripción de una cena en casa de unos esnobs durante páginas y páginas. Y el autor quería publicarlo todo, sin cortar.
El autor era Marcel Proust; el que se aburrió, André Gide; el manuscrito, el de En busca del tiempo perdido. Es un extracto de Gaston Gallimard, la biografía sobre el editor francés escrita por Pierre Assouline. Habría que leerla. Hoy, en La Vanguardia.