Siempre se tiene en mente un libro mejor que el que se logra trasladar al papel (Las horas, Michael Cunningham).
El libro mejor al que se refiere Cunningham, me imagino, es La señora Dalloway. La grandeza de Las horas es la grandeza de La señora Dalloway. Sus grandes momentos, los que inspiran Clarissa Dalloway, Peter Walsh y Sally Seton, personajes principales de Mrs Dalloway… Me he forzado a leer Las horas después de ver la película, y ha sido un error. Lo he leído con ansiedad, con ganas de que pasasen cuanto antes los pasajes que menos me gustaron en la película. En las escuelas de guionistas deberían estudiar a fondo la correlación entre Las horas/novela y Las horas/película.
Propongo un ejercicio de creación de una novela. La trama es la siguiente: en una ciudad actual, una familia debe trasladar a uno de sus miembros, ya muerto, a su ciudad natal, para enterrarlo allí. Paralelamente, en una aldea francesa del XVIII, una familia sufre mil calamidades hasta que consigue llevar el ataúd que contiene a uno de sus miembros hasta otra aldea. Mientras, un escritor cuyo apellido es Faulkner traza una compleja historia sobre una mujer que ve cómo construyen su ataúd y poco después muere, momento en el que su familia emprende su traslado a Jefferson, donde nació, en medio de una aterradora tormenta. La novela se salpicará con ásperas reflexiones sobre la trivialidad de las palabras, la dureza de la vida de los que no fueron elegidos, la llegada de la muerte, la maternidad, la familia y sus ataduras… Se podría titular, por ejemplo, Dying bed. Sería una novela profunda, dura, esencial, porque no bebería de una de las grandes, sino que la vampirizaría. Se lo debería todo a Mientras agonizo.