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El toque poético

Nadie, pensé, cambia jamás la actitud en que le vimos por primera vez, ni las ropas. Ha estado sentado en esta silla, con estas ropas, desde el día en que le conocí.

Lo decía Bernard en Las olas, de Virginia Woolf. Me he dado cuenta de que tengo dos construcciones mentales de cada persona. Una es la que desarrollé en el instante (y los inmediatamente posteriores) en que la conocí, y otra va asociada a todo lo que he averiguado sobre ella desde entonces. Si tomas la primera construcción y tiras de ella, y sigues y sigues hasta donde te lleve la imaginación, puedes conseguir buen material de ficción. Es una idea que os doy a los que escribáis, por si os sirve. Si me obligaran a escribir un libro, recurriría a ese sistema.

Hay quienes se instalan en nuestra vida muy poco a poco, nos hablan mucho de ellos hasta que por fin un día se personan. En esos casos el toque poético viene de serie. Es más, en casos así todos, sin ser conscientes, nos volvemos novelistas, aunque sea de esos novelistas que no escriben.

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