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El tiempo del lector

José María Guelbenezu dice en Babelia que «los diálogos de [Henry] James son para ser leídos, no representados en vivo en un escenario; la sutileza, el juego de sobreentendidos, el minucioso y matizado desarrollo de la acción a través de ellos, no pueden apreciarse en tiempo real sino en tiempo mental, que es el del lector«.

Las que escribe Henry James son conversaciones que casi nadie podría sostener en la vida cotidiana, muy exigentes y depuradas, y eso que no hablan de temas elevados, sino siempre de la propia vida. Haría falta mucha agilidad mental para estar a la altura de conversaciones así, personalmente me tendría que apuntar las preguntas para responderlas horas después. También haría falta saber hablar.

Por culpa de esos diálogos se ha dicho siempre que James no triunfó en el teatro. A mí es lo que más me gusta de Henry James.

– Las equivocaciones no existen.
– Muy cierto; para los que no son capaces de advertirlas. No reconocer los propios errores podría ser la completa felicidad -contestó la señora sin dejar de mirarse el pie.
– Mi querida hermana -dijo el joven, siempre atento a su dibujo-, por primera vez has dicho que no soy inteligente.
-Bueno; de acuerdo con tu propia teoría, no se puede decir que se trate de una equivocación -le contestó ella, con evidente acierto.
El muchacho lanzó una carcajada.

(Henry James, Los europeos, 1878).

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