Este libro (…) aborda la contradicción que existe entre el amor y el mundo actual: cómo nuestra civilización del deseo, hedonista, destruye los sentimientos. Es un rasgo generacional, al menos masculino, esa enorme dificultad de pasar el resto de tu vida junto a la misma persona. Es como si el mundo estuviera organizado de tal forma que te impide quererte. Tal vez porque el amor es demasiado subversivo, lo cierto es que, entre el placer y la felicidad, se empuja a la gente a que escoja lo primero. Vivimos en la época del zapeo amoroso. Consumimos muchos productos, constantemente, y ello nos conduce a consumir también personas… (Frédéric Beigbeder, hoy, en La Vanguardia, al hablar de su libro El amor dura tres años).
Pensemos fríamente en el futuro, aunque el mundo actual tampoco promueva el pensar en la madurez y la vejez. No creo que el zapeo desaparezca si se ha practicado siempre. Aunque el amor sea grande: amores grandes ha habido y habrá. El deseo seguirá ahí, ¿no? Y una persona madura de dentro de 40 años será distinta a una persona madura de hoy. ¿Cómo encajará la madurez este hedonismo practicado durante toda una vida?
¿Es posible que estemos en fase de depuración de las relaciones, en transición hacia una época en la que algunos modelos de relación se hayan jubilado, y en la que muchos valores hayan pasado a la historia? ¿Que el compromiso a machete o la fidelidad lleguen a sonar tan raros como lo es ahora hablar de cortejo, príncipe azul, pedida de mano o amor eterno? ¿Que se avance hacia nuevos modelos de relación?
Hay quien piensa que es una etapa, que se volverá (¿por miedo?) a las relaciones sólidas que se promovían hace 60 años. ¡Quién sabe! La última palabra la tiene cada uno…