La vida mundana, que tantas incertidumbres le causaba antes de conocerla, no era más que un sistema de pactos atávicos, de ceremonias banales, de palabras previstas, con el cual se entretenían en sociedad unos a otros para no asesinarse. El signo dominante de ese paraíso de la frivolidad provinciana era el miedo a lo desconocido (El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez).
Bien, el lunes vuelvo al trabajo, después de tres semanas de no hacer nada por compromiso. Este verano he elegido a Gabriel García Márquez, para armarme de fluidez narrativa y disfrutar de pasiones afrontadas con valentía.
Lo único que me duele de morir es que no sea de amor.
En esta novela hay un personaje-novela que apenas se pasea por diez páginas, o menos. Es el de América Vicuña. El drama que Florentino Ariza cultiva a lo largo de 400 páginas se desploma sobre ella, la mata y me lleva a pensar que todos sufrimos pero todos, todos, hacemos sufrir también.
Pero si algo habían aprendido juntos era que la sabiduría nos llega cuando ya no sirve para nada.
… y de este libro recordaré siempre la tensión de las últimas páginas. No por saber qué les pasaría a los personajes, sino por adivinar qué giro daría a la trama García Márquez para terminar a lo grande. No lo adiviné, y por eso me acabó gustando tanto.