Cuando uno lee sigue viviendo experiencias que tienen tanto peso como lo que le pasa en la calle. Esos distingos entre vida y literatura no tienen sentido y generalmente han dado una poesía con olor a cerrado. Desde muy joven tuve claro que la poesía es un hecho vital y que se aprende a vivir con un libro en las manos.
Lo dice Luis García Montero en el último Babelia. No tienen un color distinto las emociones que produce un libro que las que despierta una experiencia que no sea literaria. Al menos es así cuando lees con entrega, porque también se puede leer con desapego, ¿a que sí?