En una entrevista que publicaba The Paris Review en 1951, E.M. Forster explicaba que para transformar a una persona real en personaje de ficción lo que tienes que hacer es observarla con los ojos entornados. El siguiente paso será describir con mucha puntería ciertas características suyas. En total, se usan dos tercios de los rasgos de una persona para crear un personaje. Descubrir de quién se trata, explicaba Forster, es complicado para quien nos lea, puesto que una persona sólo se explica dentro de las circunstancias concretas de su vida, que tú alterarás sin dudarlo cuando la lleves a tu novela.
Si queréis hacer la prueba, lo más fácil es coger 2/3 de la persona por la que menos cariño sintáis y cambiarle el sexo y la profesión. Acabo de hacer la prueba y el personaje no solo ha quedado retratado en tres líneas, sino que, para mi sorpresa, incluso ha empezado a hablar. Entonces me he asustado y he dejado la ficción para los profesionales. Suerte 😉