La semana pasada volví a Barcelona, como cada junio. No he publicado antes por falta de tiempo (una vez más), pero sobre todo porque me espanta escribir con entusiasmo, y cuando se trata de Barcelona… 😀
Un imprevisto me llevó al desfile de José María Peiró en el café vienés del Hotel Casa Fuster. Fue como asistir a una velada en un salón del siglo XVIII. A las 11 de la noche, los invitados nos sentamos alrededor de las columnas, formando pasillos con la sillas por los que avanzaban las modelos, vestidas de novia, con máscaras venecianas y peinadas y maquilladas como en Las amistades peligrosas. Un cuarteto de cuerda y la luz tenue convirtieron el desfile en una experiencia fuera del tiempo. En primera fila, Custo (Barcelona) Dalmau y Joan Clos.
Veo Barcelona como una ciudad que se cuida y se quiere mucho a sí misma. La luz del Paseo de Gracia, la xatonada (¿Sitges o Vilanova i la Geltriu?), Vialis, el xampanyet, Santa María del Mar… ¡volvería allí todo el tiempo!
La próxima vez que vengas, avisa y, si te apetece, podría organizarse una quedada bloguera.
Un abrazo
Yo encantada, ¡no pienso esperar mucho para volver! 😀