La Navidad ya está aquí, y desde este blog me gustaría recibirla con estas palabras de José Saramago en Green, la revista de Greenpeace:
No hay paciencia para cuidar a los ancianos. La idea es que el viejo molesta. El problema de los ancianos considerados como estorbos es una situación actual. La familia tradicional se ha acabado y ya no hay sitio para ellos. Se podría decir que en el progreso técnico hemos avanzado mucho, pero en el moral estamos mal.
Muy muy mal…
Ay, es que, para empezar vivíamos menos; y los ancianos tenían (teníamos) menos tiempo para «fastidiar». Para seguir, se distinguía entre conocimiento y sabiduría, entendiéndose esta como una especie de «destilación» de la experiencia; que parece que tenía más quién más había vivido. De ahí ese respeto que facilitaba el cariño al físicamente torpe, pero necesario. Y la vida no tenía ese cambio vertiginoso para nada (¡tantos sistemas de comunicación para decir tanta tontería!).
Los ancianos critican (fastidiosamente) esa vida. Pero yo quiero recordar que la crítica a la modernidad no tiene que ser reaccionaria. Pienso en Pasolini, por ejemplo.
El caso es que, hoy, ser viejo da miedo. (Por tanto, también lo debería dar ser persona).