Si quieres un final feliz, sólo depende de dónde termines la historia.
Se lo dijo Orson Welles a Gore Vidal, y la periodista y escritora Carole Radziwill lo recuerda en Vogue.
Soy una lectora/espectadora hiperrealista. Si hay final feliz, inevitablemente pienso: «pero, ¿y después?, ¿hasta cuándo?, ¿no recaerá?, ¿se vengará?, ¿se autodestruirá?»…
Y si el final es triste? también piensas, «pero, ¿y después?, ¿hasta cuándo?, ¿no se recuperará?, ¿será agredecido?, ¿se redimirá?
También me ha pasado en multitud de películas (sobre todo en las que «el chico se queda con la chica», y aún son jóvenes: ¿treinta años después seguirán así de apasionados?).
Supongo que te tiene que haber gustado «El diario de Noah» 🙂
Creo, dErsu, que has dado en el centro de la diana al enfocarlo así: de lo triste y lo jodido no se suele pensar que todo son vaivenes «y ya cambiará la cosa» (y si se piensa eso es que se tiene un nivel de sabiduría que impide que se esté de verdad riste, de verdad jodido).
Es de lo feliz y lo agradable de lo que «tememos» que la cosa cambie: porque ahí ha entrado nuestro amigo eterno, el que no nos abandona: el Miedo a perder.
Así que, me voy a permitir interpretar a Hormi, esas sensaciones le (nos) vienen solo en lo bueno.
Otra cosa es que lo propuesto como bueno sea tan empalagoso que Hormi (y nosotros con ella) piense: «¿Hasta cuándo seguirán juntos esos pesados?»).
Mars Attacks, créeme: después de la pasión ¡hay vida! Ahora tengo que decidir si esa vida merece la pena… no sé… déjame pensarlo unos años y te contesto. Lo que sí te puedo decir de fijo es que una parte no despreciable de la vida que hay cuando hay pasión: ¡es una porquería de vida!
Condesa Rem: su presencia entre nosotros me arrebata (y además, como en un ejemplo de física cuántica, de la que no tengo la menor idea, solo esa presencia nos permite existir).
Ay, yo os tengo que dar las gracias por pensar por mí este post…
Cuando el final no es tan feliz… lo veo realista y me conmueve mucho más. Es que, ¡hasta la vida acaba siempre mal! 🙂
No nos des las gracias. ¡Si a tus invitados nos encanta pensar por ti (y por cualquiera)! En realidad, nos encanta la suplantación, la simulación; casi todo lo que acaba en «ción» y no es acción: un daño colateral de haber dejado de ser sujetos de la Historia.
Y por primera vez, Hormiga, no voy a estar de acuerdo contigo (porque es la primera vez, ¿verdad?) presupone que ha debido empezar bien, o que se puso bien por enmedio. Y no me parece a mí que
Yo como lector/espectador que se evade de la rutina diaria, necesito un final feliz, maquillado de la mejor forma posible para que no parezca irreal… no me gusta que tras un viaje de un par de horas o de varias semanas compartiendo las andanzas de los personajes, todo acabe de manera triste. Me sienta mal, me deja mal cuerpo y un sabor agridulce en mi boca. Feliz por el viaje, dolido por haber llegado al final y de qué manera…
Yo prefiero los finales abiertos, esos en los que nada acaba de ocurrir y todo está por llegar, esos en los que mi imaginación decide. Pero en la ficción, como en la vida, casi nunca somos quien dice la última palabra.
Saludos.
REsabios quizás de nuestra educación judeocristiana, abocados siempre a la mala muerte.
¿Por qué, además de esos resabios que nos dejan retontos, nos hemos centrado todos en los finales absolutos, felices o infelices, y no en lo que la frase plantea de proceso; y ya de paso, en el poder del escritor/guionista para dejar de contar donde lo interesa dejar la histora? ¿Por que Hormi nos habla, desde las mejores revistas de moda, y no la oímos?