La poetisa Claribel Alegría contaba en el Babelia del 4 de noviembre:
[Juan Ramón Jiménez] escribía todos los días a lápiz, porque decía que la pluma manchaba demasiado el papel. Clavaba los poemas en las paredes y en las puertas, y a medida que paseaba cerca de ellos los iba corrigiendo. «Yo tacho», me decía, «casi nunca agrego nada; el poema tiene que ser así: esencia».
Cuando dispongo de mucho tiempo y estoy creativa, editar me gusta tanto como el primer día. Sobre todo, editar lo que yo escribo: tomar un texto en bruto y suprimir o redistribuir párrafos, eliminar circunloquios, alterar la primera frase cuatro veces y siete la entradilla, solventar repeticiones fastidiosas (o sin solución), incluso buscar sinónimos…
¿Por qué los periodistas tenemos tanto olfato para detectar que un autor ha recurrido al diccionario de sinónimos? (¿lo he usado yo escribiendo esto?)
Recurrir al diccionario…o preguntar a amigos 😉
No voy a decir la palabra que iba antes de «fastidiosas»…
Véndeme ese lápiz, anda, pero con recuerdo de tu instinto para que tache y reordene solo. Que he vuelto de por ahí con pocas ganas de trabajar.
Por eso en tu página voy a firmar desde ahora como Grizzly, porque desde que vi en un documental a esos osos rugiendo encantados en las rocas esperando que los tontos de los salmones salten para comérselos a «garraos» (¿será un buen neologismo para garras?), echar un enorme barrigón e irse a dormir una siesta de cuatro o cinco meses, me dije ¡Qué tíos! ¡Qué envidia!
No creo que te cueste saber el nombre con el que firmaba antes («aka» que dicen ahora los cursis). Ya no lo puedo usar (y tienes cierta relación circunstancial pero importante en esa pérdida: no preguntes y no tendré que decirte que no puedo contestar: pertenece a la paqueña y callada historia).
Encantado de leerte, condesa.
Claro que sé quién eres… ¡bienvenido! 😀