La escuela puede instruir, esto es, impartir conocimiento, pero no educar, inculcar valores, que es lo que antes hacían las familias y que ya no hacen. Yo debo una parte enorme de mi forma de ser a mis abuelos, que eran analfabetos pero que supieron educarme sin darse cuenta (José Saramago en El Cultural).
Es lo que más veo: personas muy instruidas pero sin educar. Me gusta que Saramago entienda el inculcar valores como un proceso de educación. La sensibilidad, el tacto en la forma de desenvolverte, hablan más de tu educación que un «qué bien» o un «¿cómo estás?» dichos por compromiso.
Soy partidaria de expresar lo que siento, y si no siento nada o (más aún), si no siento nada bueno, prefiero callarme, aunque me acusen de malos modos.
Precisión absoluta en la reflexión de Saramago.
Las familias ya no educan, y las escuelas se limitan a inculcar conocimientos, que sin la base de la educación, se convierten es estériles.