Lo he leído en un papel que han pegado en la puerta del ascensor. Ese adjetivo tan poético me ha activado la imaginación. Si pusiera «averiado» no le hubiera dado más vueltas, me habría dicho «vale, usaré otro ascensor». Pero al leer «malogrado» he sentido pena por el ascensor. Como si hubiera intentado escaparse pero lo hubieran alcanzado y derribado, o como si los que arañan el espejo para grabar sus nombres le hubieran causado tal herida que hubiera quedado enfermo y doliente.
Malogrado. Al volver de la oficina ya no estaba el cartel, y me he alegrado por él.
¡Pobrecito!, con el cariño que lo habían montado en la fábrica y los sueños de un futuro largo y prometedor que tuvieron los fabricantes. Y se malogra. Tú que conoces el edificio, ¿pudieron ser las malas compañías?
Tienen mucho que ver, nán. No aprecian su sacrificio… ¡lo que sería de muchos sin él! (me incluyo :D)