Yo creo que la vida, afortunadamente diría yo, te acaba poniendo delante de la puerta que no querías abrir. Y es entonces cuando tienes que dar el portazo, cuando también sale lo mejor de nosotros (Gracia Querejeta, el pasado jueves en El País).
Pues yo soy muy dada a los portazos en todas las facetas de la vida. No me doy cuenta hasta que oigo el estruendo, y entonces ya no hay arreglo posible. Siempre hay alguien que me llama la atención, y con razón.
He abierto todas las puertas, hasta las que me daban más rabia. Está siendo un trayecto vertiginoso pero también apasionante. Que me perdonen por el ruido que he hecho al cerrarlas, una es como es.
Yo también he dado algún que otro portazo. Y no me arrepiento.
Ahora procuro salir despacito y sin hacer ruido. Es igual, pero no es lo mismo.
Lo mejor de todo es que aún podemos elegir si cerramos la puerta y cómo la cerramos.
¡Mmmm!, un portazo de vez en cuándo sorprende a los demás y nos despierta a nosotros, tan bostezantes.