Anteayer, al ver la huella de un dedo sobre un espejo que no toco nunca, empecé a hilar hipótesis terroríficas.
Al ver que me resultaba tan fácil, cogí el cuaderno y anoté todos los miedos de mi infancia insomne. La lista me ocupó dos páginas, y confieso que no eran fantasías muy comunes sino finamente elaboradas.
¿Debo explotar este lado tenebroso de mi creatividad?
Pasó por aquí, por casualidad, casi como la huella de un dedo en un espejo que no se toca nunca. Cómo me ha gustado esa imagen, ese inicio de relato de terror que, comprendo, te ha llevado a escribir una lista de miedos; importante lista para empezar a tachar, para seguir tachando, para ser capaz de limpiar la huella del espejo que no has tocado nunca sin pensar en nada más, por pura higiene.
Me gusta este blog. Volveré.
Tú verás, Condesa. Pero hay abismos que no tienen permiso para mirarte si tú no los miras.
Por supuesto que debes ir al pasado infantil y recuperar de allí todo lo que sea valioso, aunque sean detalles dolorosos o terribles.
Tus lectores te lo agradecerán.
Adekante y… ¡Buena suerte!