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Lo viejo

Hace unos días me encontré por casualidad en La 2 Un franco, 14 pesetas, de Carlos Iglesias, esa especie de Cuéntame cómo paso de la inmigración española de los sesenta.

Viendo la decepción del niño al entrar en su piso de segunda mano en San Blas, recién llegado de Suiza, me di cuenta de que los más pequeños rechazan todo lo que huele a viejo. A mí misma me pasaba: lloraba sin consuelo cuando me llevaban a visitar a alguien que vivía en una casa antigua. Ahora no lloro, pero aún me hace pasar malos ratos

Ahora he dado un pasito: rechazo lo viejo, o mejor, lo usado, cuando no es mío. No me gustan las casas rurales, ni los hoteles que no son nuevos, ni la ropa vintage, ni cualquier artilugio de segunda mano que haya pertenecido a un desconocido.

Solo me interesa lo viejo cuando ha dejado de ser reutilizado por unos y otros y se ha convertido en objeto de estudio: una iglesia románica o gótica, unas ruinas romanas, unas calles que casi no han cambiado desde la Edad Media, por ejemplo. Hace falta que pasen siglos para que capte mi atención.

Si los niños no quieren saber nada de las cosas viejas, ¿llegar a aceptarlas en síntoma de madurez?

4 comentarios

  1. Núria Núria

    A mí también me producen rechazo los objetos personales usados por lo «vividos». Es como si estuvieran poseídos por el espíritu de la persona que los usó. Me siento una intrusa.

  2. NáN NáN

    Con la muerte y con la vejez hay un problema de aceptarse uno mismo al 100%.

    Yo acepté la muerte con 7 u 8 años, tras noches y noches durmiéndome llorando por la previsión (acertada a medias) de que mis viejos padres se iban a morir muy pronto. Tras esa aceptación acepté la vejez rápidamente.

    Haber solucionado tan rápido esos dos problemas existenciales creo que ha sido la raíz de lo que tengo de valioso y de mi «generosidad» vital, que tanto me ha facilitado la vida.

    Claro que todo lo dicho hasta ahora puede ser un «truco de viejo».

    En cuanto a las cosas «usadas», el mundo nos va a ir acostumbrando a «reutilizarlas», conforme la energía vaya poniendo fin a la horterada de los tiempos del desarrollismo.

    En cuanto a casas, una vez remodeladas para que incluyan todas las comodidades, no se pueden comparar con las nuevas cajas de vivir. Yo no paré hasta comprar en el centro de Madrid una casa de 1907 con unos muros exteriores de 60 cm y techos algo altos. La diferencia de calidad de vida es brutal. Por ejemplo, mi hijo fue durante 4 años estudiante y luego ejecutante de percusión africana, sin que ningún vecino se quejara nunca.

  3. La Hormiga ReMolona La Hormiga ReMolona

    Gracias por tu comentario, NáN, precisamente esta vez me refería únicamente a los objetos.

    Sobre las personas mayores… me producen el efecto contrario a esos objetos. Hacen falta, ¡siempre!

  4. winsta winsta

    A mí me pasa como a Núria, no me gustan los objetos usados, aunque sí me gusta ir a los mercadillos donde se exponen.
    Me gustan especialmente las máquinas de escribir antiguas y los relojes de bolsillo.
    ¡Me encantan!
    Yo tengo una underwood que era de mi padre. Durante un verano de soledad y tristeza (sin vacaciones) tecleé mucho en aquella máquina y luego rompía lo que escribía.
    Me gustaba el sonido al teclear y el aviso de que tenía que girar el rodillo porque se acababa la línea.
    Ya no la uso, pero me gusta mirarla.
    Es muy bonita.

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