Mi amigo y yo, como tanta gente que ha empezado a relacionarse cuando ya se encontraba en marcha el hábito de la comunicación a través de correos electrónicos y SMS, ignorábamos cómo es la letra del otro.
Lo dice hoy Maruja Torres en El País.
Me sobran dedos en una mano para contar cuántas caligrafías reconozco. Creo que ya ni la mía, después de tanto teclear. Mi letra era bonita antes, o al menos tenía encanto, pero ahora parece escrita por dedos agarrotados.
Solo escribo listas de la compra, palabras sueltas en mis dos agendas -la de casa y la de la oficina- y notas al margen de documentos de trabajo.
Me desconcierta descubrir caligrafías de otros, dicen tanto…
Yo redescubrí la mía hace unos meses, trabajando el alfabeto cirílico.
Y para poder retener datos mientras estudio, he de escribirlos. Del libro al cerebro a través de los ojos y del cerebro al papel a través de la mano. No hay otra manera.
Te enviaré una muestra con mi nueva caligrafía, a ver qué te parece. 🙂