El olor del talco, la exuberancia de una sandía rota en pedazos o la acidez del zumo de uvas exprimidas con furia/lujuria: son las sensaciones que me llevé a casa después de asistir a la representación de Barroco en el teatro Fernando Fernán Gómez.
Alguien que no conozca Las amistades peligrosas, ¿entenderá por qué hay tanta virulencia en la relación que une a Valmont con la marquesa de Merteuil? El perverso apego que se tienen no decae a lo largo de la función. Nunca empieza y nunca termina, como tantas otras cosas que nos recuerda El Navegante en sus apostillas.
Quería ver a Blanca Portillo en el teatro y salí admirada. Fueron casi dos horas sintiendo de forma extrema y clamorosamente convincente.
Qué pedante me ha quedado. En resumen: repetiría.
Yo también fui a verla y me encantó ;-). Por suerte las manchas de sandía salieron fácilmente de mi camisa.
El muro polimórfico me pareció de lo más original y el 4º actor en escena.