Los rusos y los discípulos de los rusos han demostrado hasta el hastío que nadie es imposible: suicidas por felicidad, asesinos por benevolencia, personas que se adoran hasta el punto de separarse para siempre, delatores por fervor o por humildad…
Lo cuenta Jorge Luis Borges en el prólogo a La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares.
Sorprendentes los contrastes que plantea Borges.
Voy a leer el prólogo que mencionas, el fragmento que dejaste es suculento.
Gracias.
🙂
¡Peligro! Se empieza por algo tan inofensivo como un prólogo y se acaba estudiando ruso a edades en las que las conexiones neuronales no funcionan como debieran. 😀
(Lo dice una rusófila sin remedio)