Es lamentable que la inteligencia política del hombre esté 100 veces menos desarrollada que su inteligencia científica.
Dice Luis García Montero en Inquietudes bárbaras que son las obras de ficción las que crean las imágenes que almacena nuestra memoria sobre acontecimientos del pasado o sobre épocas históricas.
Las ocasiones de hacer pensar a los hombres siempre son buenas.
Las pruebas nucleares de Corea del Norte me traen imágenes de una de mis últimas lecturas: Hiroshima mon amour, de Marguerite Duras. En este guión que llevaría al cine Alain Resnais tanto los diálogos como las acotaciones son fragmentarios, oníricos, como gestados segundos después de explotar la bomba en la ciudad que le da título.
Un hombre está muriendo porque hace años que no puede dormir…
Soñar que no ha pasado, querer dormir para no recordar, no pensar en el horror pero soñar con él invariablemente, y, al final, hallar esperanza:
Panorámica de una foto de Hiroshima tomada después de la bomba, un «desierto nuevo», sin ninguna semejanza con los demás desiertos del mundo (…) Al segundo día, dice la historia, determinadas especies animales resurgieron de las profundidades de la tierra y de las cenizas.