Es casi imposible convencer de nada a una persona que ya ha cumplido los cuarenta. A los dieciocho años las convicciones son montañas desde las que miramos; a los cuarenta y cinco, cavernas en las que nos escondemos.
Lo dice F.S. Fitzgerald en su relato Berenice a lo garçon (1920). Yo añadiría que, más tarde todavía, las cavernas se vuelven muy, muy oscuras. Hay un punto de luz donde se concentra lo que sabes, conoces y has vivido, y sólo puedes mirar hacia ahí. Por más que fuerces la vista, el resto no lo ves.
Cuando una chica sabe que va perfectamente arreglada y vestida, puede olvidarse de su aspecto. Eso es encanto, gracia. Cuantas más partes de ti puedes olvidar, más encanto tienes.
Es la versión «años veinte» del actual «con vaqueros y camiseta es como mejor estoy». Está todo pensado.
Me encanta la cita. A mi me produce mucha satisfacción conseguir que alguien salga de su caverna y ayudarle a ver el paisaje, en todo su esplendor, desde una atalaya.