Bruce Chatwin, en «What am I doing here», cuenta que entró a trabajar muy joven en la casa del subastas de arte Sotheby’s y pronto alcanzó un puesto de alta responsabilidad. De repente, un día empezó a perder la visión de un ojo, y después, de otro. El médico le explicó que en los últimos tiempos tal vez había estado mirando las obras de arte demasiado de cerca. ¿Por qué no coger un avión e irse a un sitio donde hubiera grandes horizontes? Ya en el aeropuerto empezó a recuperar la visión de un ojo. Y medio ciego se fue a Sudán, al desierto, donde inmediatamente recuperó la visión en el otro, y ya no volvió. Se dedicó a viajar y a escribir. Digamos que a mí me gustaría contemplar, aun de modo simbólico, esos anchos horizontes.
Lo cuenta en Babelia Vicente Todolí, director saliente de la Tate Modern de Londres.
Me recuerda a mi problema con las mesas y escritorios demasiado llenos. Disfruto viendo los ajenos, sobre todo esos especiales titulados «así es la mesa de trabajo de fulanito». Pero yo, para escribir, leer y pensar necesito que haya pocos objetos en mi mesa.