El gran arte nos afecta físicamente: nos arrebata, nos vulnera, y cuando nos apartamos de él, cuando dejamos el cine o el libro o salimos de la galería o de la sala de conciertos, sigue actuando sobre nosotros, afecta nuestra manera de andar y de mirar, quizás incluso nuestro comportamiento (Antonio Muñoz Molina en Escrito en un instante).
Reconozco estos síntomas. Puedo estar horas abatida y no darme cuenta de que la causa es un libro o un final de temporada. Y como es imposible engañar al sentimiento, o planificarlo, saberlo no me alivia.
El gran arte también es una adicción. Estos días en mi mente se libra una batalla entre el pensamiento práctico -el de las obligaciones- del pensamiento poético, que es el que desata el arte. Cuando el primero consume toda mi capacidad mental, el segundo declara la guerra. Que gane el mejor.
Hay que ver arte en todo.
Es lo que mas nos aproxima a Dios.
Lo imitamos creando.
De ahi la gran satisfacion que sentimos al ver una obra concluida.
Si no se tiene inspiracion, se encuentra el vacio.