He leído mi primer manga: El almanaque de mi padre (1995), de Jiro Taniguchi.
Mi relación con el manga, de infinito desapego, no iba más allá de las figuras que vi en Fantasy Books (RIP) y de las muñecas sexys de Takashi Murakami que habitaban el Palacio de Versalles cuando lo visité el año pasado.
Y como no podía ser de otra manera (así lo diría cualquier periodista de la nueva hornada), mi primer manga es tan intimista y reflexivo como yo. Su historia es casi la mía, obviando incendios y posguerras. Un suelo inundado de sol y todas las posibilidades que el mundo ofrecía a Youichi allí tendido, jugando, resumen tan bien su vida como la mía.