Mi primer contacto con la arquitectura normanda ha sido en Sicilia. En pleno abril parecía enero, y el pueblo entero de Erice estaba dentro de una nube. Ver a los turistas alemanes con bermudas blancas, sandalias y manga corta por el Corso Vittorio Emanuele, su arteria principal, era la única pista de que aquello no era Normandía.
Con el cielo despejado, desde la Torre de su Duomo se supone que se ve el puerto de Trapani, 600 metros más abajo. Pero con la niebla no distinguías a más de cinco metros de distancia, y no exagero.
Erice también supuso mi primer contacto con la gastronomía siciliana. Sin tiempo para documentarme pedí unos ravioli. El impacto fue brutal al servírmelos recubiertos por un engrudo negro como el carbón. Conste que soy fan absoluta del arroz negro, pero esto fue muy duro de digerir. Otra opción era cualquiera de la veintena de platos con melanzane, que suena a dulce pero es berenjena. Verdura que me encanta pero que después de tres días en Sicilia voy a eludir antes de aborrecerla, ¡está en todas partes!
Palermo, 17 de abril de 2011
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