Un diálogo de Nueva York, la novela de Edward Rutherfurd, nos recuerda aquel consejo de Virginia Woolf tan irrealizable en la era de las interrupciones:
Virginia Woolf explicaba que, en cierto periodo de su vida, consiguió producir mucho porque disponía de tres horas de trabajo ininterrumpidas cada día. Y yo pensé: ¿de qué demonios habla? ¿Sólo tres horas de trabajo al día? Luego estuve observando en la oficina a toda esa gente que trabaja catorce horas al día y pensé: ¿cuántos de ellos dedican realmente tres horas al día a una auténtica actividad intelectual y creativa? Mi conclusión fue que probablemente ninguno. Así que Virginia Woolf consiguió mucho más de lo que lograrán ellos en toda su vida con tres horas al día. Da mucho que pensar. Quizás harían algo mejor si trabajaran menos.