Jet lag. Son las 3.30 de la mañana en el Midtown y me acabo de despertar. No es un indolente duermevela sino frenética actividad mañanera. En esta ciudad no se duerme, lo manda Sinatra y no se hable más.
Mi apartamento está en un bloque que parece el de Seinfeld. Seguro que salgo al pasillo y está Newman orquestando su venganza tras la puerta, y diría que Kramer se va a personar de un momento a otro.
El ajetreo en la calle es de órdago. Apuesto a que hasta Uncle Leo tiene abierto el negocio para no perder clientes. Las furgonetas transportan de un lado a otro de Manhattan los puestos de hot dogs, pretzels y helados, hay quien hace su ruta del colesterol por el carril bus, una turista fotografía -aún de noche- la gran marquesina del teatro donde se graba el late show de David Letterman, y decenas de neoyorkinos se dirigen al trabajo -o a su casa- con la mochila al hombro. Algunos hasta silban y hacen palmas.
Habrá que levantarse, por solidaridad.
Midtown Manhattan, 16 de agosto de 2011
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