Si Virginia Woolf tuviera su Bloomsday (¿Woolfsday?) se celebraría un día de junio de 1923.
La señora Dalloway dijo que ella misma se encargaría de comprar las flores…
Así empieza esta novela, en la que no pasa nada -salvo el triste fin de Septimus, contrapunto de locura a la autocontención de Clarissa/Virginia – y a la vez ocurre todo lo que pueda ser importante en una vida.
Esto es una relectura, van tres. He vuelto a pasar un día entero con la señora Dalloway y lo que ella amaba: la vida. Londres, este instante de junio [de 1923]. Recordando y preparando todo para la fiesta de esa noche.
Alguna vez he empezado un libro, por ejemplo de Paul Auster, y he tardado páginas en darme cuenta de que ya lo había leído. Con La señora Dalloway es imposible: la primera frase contiene su principio y su fin.
Habla Clarissa de los momentos que detienen el tiempo. Son aquellos que, incluso hoy, ni se cuentan ni están documentados. Allá el que los ponga en su timeline.
La compensación de hacerse viejo estribaba sencillamente en lo siguiente: las pasiones siguen tan fuertes como siempre, pero uno ha adquirido -¡al fin!- la capacidad que da el supremo aroma a la existencia, la capacidad de dominar la experiencia, de darle la vuelta, lentamente, a la luz. Ahora, a los cincuenta y tres años, uno había casi dejado de necesitar a la gente. La vida en sí misma, cada uno de sus momentos, cada gota, aquí, este instante, ahora, al sol, Regent’s Park, era suficiente.
Hace poco oí decir a una actriz nonagenaria -no recuerdo el nombre- que pese a los achaques conservaba la ilusión de siempre por levantarse temprano, disfrutar del sol y de su jardín. Abrir la ventana, ver empezar el día y aprovechar los ratitos que son de mi propiedad como el mayor de los regalos es lo que hace que esta vida sea bonita 🙂
Para conocer a Clarissa, o para conocer a cualquiera, uno debía buscar a la gente que lo completaba; incluso los lugares.
Siguiendo el orden de publicación, ahora me toca decidir si releo Al faro, para mí la novela entre las novelas, la que condensa todo lo que busco y espero de la literatura.
Para mi la ilusion es determinante en la vida, aunque segun algunos, ilusion es de ilusos.
Pero, si uno no es iluso, como va a aguantar las 24 horas del dia.
[…] carretera entre Stanway y Stanton en la que me hubiera quedado a vivir. Cualquier que haya leído a Virginia Woolf sabrá que cuando sale un rayo de sol -sea en Londres o en la campiña- hay que detenerse y […]