Por todas esas ocupaciones que no me producen ojeras:
Las tareas cotidianas anclan en la realidad y ordenan el tiempo. A la mente humana no le sienta bien la dedicación exclusiva a trabajos intelectuales y quimeras, por muy nobles que sean. Después de escribir durante varias horas nada es más saludable que preparar la cena. La pasividad física debilita el pensamiento. Lo sabían bien los monjes medievales, que por eso inventaron el mandamiento doble de ora et labora. Ese es el sentido de la frase de Santa Teresa, que Dios anda también entre los pucheros. Es una cautela universal. Hay un proverbio Zen en el que se pregunta: ¿Qué es Zen? Y la respuesta es: Cortar la leña, acarrear el agua.
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Cortar la leña, no lo hago, pero acarrearla. Tengo que objetar que el trabajo fisico no hace que tengas la mente parada, al contrario, se te activa, no solo rezas, sino que divagas.