Konichiwa. Son las 23.30 y hace unas cinco horas que es de noche en Tokio.
Dice Elvira Lindo en su último libro, Lugares que no quiero compartir con nadie, que el que ha sido gordito en la infancia lleva de por vida a un gordo dentro que aflora cuando hay oportunidad de hablar de comida. Y si no la hay, la busca. Así que hoy toca post gastronómico.
Entre mis compañeros de viaje no hay ningún apóstol de la cocina nipona, así que la elección de restaurantes y cafeterías está siendo relajada e improvisada.
El día ha empezado con donuts, bollo que parece entusiasmar a los jóvenes japoneses a jugar por la cantidad de establecimientos especializados que estoy viendo. En el Krispy Kreme que hay frente al hotel me he tomado uno de arce y otro de tarta de queso de limón recién amasados y horneados en el local.
En líneas generales, la comida del día ha sido un éxito salvo dos bocados para el olvido. El primero fue en el almuerzo. Camino al Palacio Imperial desde Akihabara, en una calle nada turística elegimos un restaurante que servía algunos platos a la parrilla. Para no jugármelo todo a una carta me decanté por esta bandeja variada:
Abajo a la derecha se puede ver calabacín en salsa, una auténtica pesadilla para mi paladar con su textura harinosa y su salsa estomagante. Lo mejor, la reconfortante sopa miso y una ensalada cuyos ingredientes no llegué a adivinar.
Por la tarde se produjo otro hito gastronómico, pero de los buenos. A unos pasos de las tiendas de Dior y Armani en Ginza se encuentra una pequeña porción de Bélgica en Japón: Manneken. En esta gofrería hay colas para hacerse con un gofre artesano. Yo he probado el de arce y el de chocolate, ¡un pecado! También había de té verde, cómo no.
Y con la cena llegó el segundo bocado desafortunado. Era el primer encuentro con el sushi fuera de España y opté por un plato variado de maki y nigiri de atún, salmón, cangrejo, sepia, huevas… Todo bien hasta que se me ocurrió ingerir el único maki no identificado, que resultó ser ¡de erizo! Puedo contar con los dedos de una mano los alimentos conocidos que no soporto, y el erizo me temo que encabeza la lista. Solo recordarlo me crea malestar, menos mal que la velada se enderezó con una sabrosa -aunque escasa- bola de helado de judía.
Shinjuku, 30 de abril de 2012
Como se dira ajo y cebolla en japones? porque lo mio seria duro decir que no me gusta, en esta lengua de jeroglificos.
Y pasarse todo el dia a base de dulces no es bueno para el tipo.
Al menos el pescado no engorda.
Pero hay un problema con el ANISARKIS(no se si lo pongo bien) el gusano de los pescados, como lo tengan con esa dieta, vais a venir infectados.
Desde luego que estamos más delgados, hay que resistir porque como acabemos ahogando las penas culinarias en el Starbucks va a ser peor el remedio que la enfermedad jaja