Ayer por la tarde no pudimos emular la escena de Lost in Translation en la que Scarlett Johansson daba saltitos de piedra en piedra para cruzar uno de los estanques del templo de Heian. El sendero estaba cortado, tal vez por las lluvias. Dimos un tranquilo paseo por el entorno, no tan evocador como el de Ginkaku-Ji pero aun así muy bonito porque ¡esto es Kyoto!
A continuación, otro infernal trayecto en autobús, tan incómodo como el del día anterior con un añadido: el demencial atasco que se formó en las cercanías de Gion. Tuvimos que bajar una parada antes para sobrevivir.
Y por fin llegamos al templo más famoso y concurrido de Kyoto: Kiyumizu-dera. Salvando las distancias culturales, aquello es como el Montmartre nipón. Desde lo alto hay espectaculares vistas de la ciudad rodeada de densos bosques, con el inconveniente de que parece que hasta el último habitante de Kyoto está allí arriba contigo.
Fue una visita masificada ya desde que divisamos la pagoda de la entrada y empezamos a caminar colina arriba por callejuelas de tradicionales casitas bajas. Muchas japonesas visitan el templo vestidas de gala, y esto al turista occidental le regala estampas que no tienen precio.
Terminos el día en un McDonalds de Kyoto. La oferta no varía respecto a los establecimientos españoles, pero los sabores sí: el mac pollo está algo picante, el ketchup sabe a tomate frito Tomator y el sundae es todo menos dulce.
Y es todo por ahora. Son las 14.54 y estamos a punto de llegar a Nara.
Jajaaaa, lo copian todo, pero lo adaptan, son supervivientes natos.
Los kimonos le dan un aire retro chulisimo.
Ellos son unos magnificos pintores de una paciencia infinita.