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Cuatro novelas de Elvira Lindo

Recordar a Nora Ephron me hizo pensar en Nueva York otra vez y ahí sigo. Elvira Lindo publicó hace unos meses Lugares que no quiero compartir con nadie, un librito en el que recopila sus vivencias en la Gran Manzana. Lo lees en una tarde si te interesa, es ágil y muy ingenioso. Al acabarlo me hice con todas las novelas adultas de Lindo -nada de Manolito Gafotas- y las leí seguidas de forma tan atropellada que ahora mezclo las historias.

A quien tenga dificultades para escribir y hacerse entender le vendrá bien leer a Elvira Lindo y contagiarse de su voz. Una vez le dijeron a Nora Ephron que no escribiera con palabras que no usaría al hablar, y eso resume el estilo de Elvira. Al español le viene bien ese uso tan corriente, sin complicaciones, casi gamberro pero sin tomarse más licencias que las imprescindibles. Es el mismo de sus columnas, imposible no leer rápido con una prosa así.

Lo que me queda por vivir, de Elvira LindoLo que me queda por vivir (2010)

Es la novela más reciente y madura, tan emotiva que no la recomendaría a lectores de lágrima fácil. Resulta almodovariana por los años que retrata y por el contraste entre la chica de ciudad y los parientes del pueblo. La protagonista tiene un presente casi idílico y un pasado desastroso:

… con un divorcio de juventud imposible de asimilar

Del vicio que produce una conversación patológica, que se enreda durante horas en lo mismo, y de la que yo, al menos, padecí cada frase, por no saber entonces distinguir entre franqueza y falta de piedad o la diferencia entre escuchar las razones del otro y ser agredido.

… con un hijo adulto que recuerda con ternura las torpezas de una madre caótica

Los niños lo escuchan todo, en especial aquello que las madres no quieren que escuchen.

Recuerdas mi mano, la mano de tu madre, la mano que nunca se olvida, como yo no he olvidado la mano de mi madre, ese tacto que mi memoria ha logrado conservar entre tantos recuerdos perdidos. Recuerdas a tu madre, me recuerdas. Tu madre, firme, dura, poderosa como una roca, así me recuerdas hoy para mi asombro. La madre en la que confiaste ciegamente, aunque no lo mereciera.

... recordando cada minuto a una madre que se fue antes de tiempo

Un deseo inconsciente ha trabajado por mí y ha borrado los años de enfermedad y deterioro. En mi memoria vive siempre en esa foto, en ese baile con mi padre. Tiene veinticinco años. La vida no la ha tocado casi.

Mi madre nunca vio París, ni Venecia, ni Roma (Nueva York no entraba entonces en la lista de destinos soñados por una muchacha romántica) […] Jamás tomó un café sin leche, solo fumaba en las bodas y, como tantas veces repitió ante el médico, sin tragarse el humo.

… con una infancia de las de antes

De nosotros se esperaba que saliéramos de casa por la mañana y no molestáramos hasta la hora de comer, que no hiciéramos ruido a la hora de la siesta, que supiéramos defendernos, que no volviéramos lo suficientemente pronto como para incordiar antes de que la comida estuviera lista, ni lo suficientemente tarde como para que los mayores se preocuparan.

… una carrera en los medios que despuntó cuando llegaron las privadas

Del recato y la falta de brillo de los despachos de la radio pública a la ostentación de los nuevos ejecutivos de la televisión privada. Las puertas de estos despachos estaban abiertas, los jefes comían sándwiches a deshora por los pasillos, gesticulando mientras hablaban por los primeros teléfonos móviles; un estilo cocainómano, de simpatía imprudente, de ocurrencias incontenibles, trufaba sus conversaciones, sus gestos, su forma de tratarte, como si nunca estuvieras para ellos a la altura de los tiempos.

… y el alivio de haber abandonado la literatura para hacerse guionista

La distancia de aquellos años y la experiencia de vivir en otro país no me han convertido en escritora como yo esperaba, me han faltado el coraje y la disciplina que tampoco tuve cuando todo el futuro estaba por delante. El abandono definitivo de un sueño juvenil produce también cierto alivio y así me he sentido yo finalmente, aliviada. Entre la vida y la invención de la vida, me tienta más perder el tiempo en la primera […] Escribir mis guiones por encargo, que es lo único que sé hacer, trabajar bajo presión.

Una palabra tuya, de Elvira LindoUna palabra tuya (2005)

Es la historia de dos barrenderas que llevó al cine Ángeles González-Sinde. No es ni de lejos el tipo de literatura que me interesa. Lo mejor es ese título que nadie puede pronunciar sin rematar la frase mentalmente y algunas perlas de Rosario:

… sobre el romanticismo del otoño

Yo empecé a currar con la caída de la hoja, en esa época contratan al doble de gente, y te aseguro que si tienes una idea romántica del otoño ahí se te acaba cualquier romanticismo.

… el esnobismo

La silleta de enea que ella colocaba al lado de la puerta del lavadero para ver mejor y hacer su croché estará en casa de algún progre podrido de dinero, que es el tipo de gente a la que le gustan las cosas viejas de la basura, por puro esnobismo, porque a la gente como yo, que nos ha costado tanto hacernos con una casa propia, nos gustan las cosas nuevas.

... el Madrid feo

En Madrid ocurre lo que no ocurre en ningún lugar del planeta, que la gente pasea por unos sitios inmundos y se asoma a los puentes que cruzan las autopistas como quien se asoma a ver las olas del mar.

.Algo más inesperado que la muerte, de Elvira LindoAlgo más inesperado que la muerte (2002)

Esta novela me recuerda a Javier Marías por su ambientación: adultos urbanos en espacios cerrados y todas las cosas que no se cuentan. Hay mucho desencanto y poco ritmo. Me costó acabarla porque ningún personaje me llegó a interesar. Salvaría la chispa de Tere, la sirvienta de la protagonista, Eulalia, casada con un famoso escritor.

Ser un pijo y venirse aquí es ser gilipollas, hablando en plata. Aquí echas a andar y de pronto se te ha acabao Madrid, o te encuentras con una carretera de circunvalación o con el campo, y qué campo, todo pelao, nada más que vertederos y conejos mutantes […] Y luego los yonkis, que allá donde hay un descampao están ellos.

El otro barrio, de Elvira LindoEl otro barrio (1998)

Elvira Lindo creció en Moratalaz -como yo- y en los cuatro libros lo menciona junto a otros barrios nuevos que han nacido alrededor. En Algo más inesperado que la muerte la sirvienta quiere estrenar un piso en Las Rosas. Y en El otro barrio cruzamos la M30: el protagonista, Ramón Fortuna, vive en la calle Payaso Fofó, junto a la Avenida de la Albufera, en Puente de Vallecas.

Él no tenía, como casi todo el mundo en Vallecas, su familia del pueblo, su casa del pueblo con escaleras y patio y cambra.

Ramón Fortuna no hace honor a su nombre y es una calamidad. Hiere a dos personas y mata a otras dos sin querer y sin moverse de casa.

El otro barrio es la primera novela adulta de Elvira Lindo y una obra de iniciación. El hecho de que el protagonista sea adolescente le aporta una ternura especial. En un momento habla de El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, un autor defnitivo en la trayectoria de la escritora.

Como veo que te gusta leer, te mando una novela, El guadián entre el centeno, que cuenta la historia de un chico, más o menos de tu edad, que atraviesa un momento muy difícil. Creo que este libro te ayudará a sentirte comprendido y acompañado.

Te quedas con la preocupación sobre lo que será de Ramón Fortuna tras su paso por un correccional pero sin perfil de delincuente.

Uno piensa que se puede hacer una clasificación de las personas por el comportamiento. Los psicólogos lo hacen y recomiendan tal trato o tal actitud con cierto chaval. Los actos se repiten pero las personas no. Uno tiene que aprender con cada chico que llega al centro como si no supiera nada.

¿A quién no le hubiera gustado en cualquier época de su vida tomarse unas vacaciones, no ya para descansar del trabajo, sino para descansar de la propia vida?

2 comentarios

  1. rosa zafra rosa zafra

    La ultima frase me ha llegado al alma, esa soy yo.
    Añadiria, descansar de uno mismo

  2. A mí me llegó al alma también. Por eso la puse aunque no viniera a cuento…

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