Estoy en una cabañita en la costa sur de la península de Snæfellness. Desde la ventana veo el volcán que le da nombre, Snæfell (1.833 m.), la segunda montaña más alta de Islandia después de Hvannadalshnjúkur (2.109,6 m.), que está en el sureste del país bajo el glaciar Vatnajökull. Las alturas son moderadas comparadas con nuestro Teide, por ejemplo, que mide 3.718 m. Pero ya he comprobado que este no es un país de alturas.
En Snæfellness ambientó Julio Verne la bajada al centro de la tierra de su novela de 1864. Este paisaje se empieza a parecer a lo que yo andaba buscando en Islandia después de dos días recorriendo Reykjavik y el Círculo dorado. Las carreteras que recorrimos para llegar desde Pingvellir ya apuntaban maneras:
Aunque hace frío -(10-12°) cuando llegamos ayer por la tarde- y un viento fortísimo, el agua del Atlántico norte no está demasiado fría, y el mar está tan tranquilo que apetece bañarse. La playa que hay frente a la cabaña es inmensa y dorada, sin más criatura viviente que centenares de aves marinas.
Una pena que no haya focas -me muero por ver alguna-, hasta hoy solo he atisbado una nadando en pleno vendaval en Garoskagi, en el extremo noroccidental de la península de Reykjanes.
Cuando supe que iba a visitar la campiña inglesa marqué rápidamente en el mapa las casas museo de ambos, además de la de las Brönte, que no dio tiempo a visitar y quedó para otro viaje junto con un par de localizaciones de Virginia Woolf.
No soy gran lectora de ninguno de los dos, a pesar de que de Shakespeare hace años ataqué un tomo de las obras completas y leí las más conocidas: Noche de reyes, Mucho ruido y pocas nueces, El mercader de Venecia, Romeo y Julieta, Hamlet, Julio César, La Tempestad... Este fragmento de La Tempestad es el que recitó Kenneth Brannagh en la inauguración de los Juegos Olímpicos.
No temas; la isla está llena de sonidos y músicas suaves que deleitan y no dañan. Unas veces resuena en mi oído el vibrar de mil instrumentos, y otras son voces que, si he despertado tras un largo sueño, de nuevo me hacen dormir. Y, al soñar, las nubes se me abren mostrando riquezas a punto de lloverme, así que despierto y lloro por seguir soñando.
En Stratford-upon-Avon se encuentra la casa natal de Shakespeare en Bridge Street. Tras pasar por varias salas con expositores y proyecciones accedes al jardín y a la vivienda, que se ha reconstruido y ambientado tal como era cuando el autor nació en 1564. En cada estancia hay un guía dispuesto a despejar todas tus dudas sobre su uso. La más entusiasta en mi caso fue la que explicaba la forma de trabajar del padre del artista, que era curtidor. No obvió detalles y recalcó lo mal que olía en el taller.
Casa natal de Shakespeare en Stratford-upon-Avon
En Chawton está la casa museo de Jane Austen. Allí vivió la escritora entre 1809 y 1817, antes de enfermar y trasladarse a Winchester, donde moriría. La vivienda se la cedió su hermano Edward y la compartió con su madre, su hermana Cassandra y Martha Lloyd, gran amiga de la familia y al parecer magnífica cocinera según se deduce de su libro de recetas, que aún se conserva.
Casa de Jane Austen en ChawtonLa mesita de trabajo de Jane Austen
En la mesita de la foto revisó Sentido y sensibilidad y Orgullo y prejuicio, que ya estaban terminadas, y escribió Mansfield Park,Emma y Persuasión. También empezó Sanditon, su novela inacabada.
La habitación de Jane Austen en Chawton
Cruzando el jardín se acccede a la bakehouse, que es donde la familia hacía el pan y la repostería. En el sótano hay una bodega en la que mantenían frescos los alimentos. En la bakehouse se expone un cochecito de caballos que usaban las mujeres de la casa.
Bakehouse de la casa de Jane Austen en ChawtonBakehouse de la casa de Jane Austen en ChawtonBakehouse de la casa de Jane Austen en Chawton
En Bath visité el Jane Auster Centre, carísimo y bastante decepcionante. Para empezar, los vestidos que se exponen son de la miniserie Persuasión (2007). La escritora vivió en ciudad entre 1801 y 1806 y en ella ambientó Northanger Abbey y Persuasión.
Jane Austen Centre, Bath
Lo mejor de Bath fue visitar las termas romanas, en las que el agua brota caliente como en la época romana a través de la falla de Pennyquick.
Termas romanas de Bath
Para terminar, una mención a la catedral de Gloucester (s.XI), que se usó para recrear Hogwarts en las películas de Harry Potter. Dato curioso: John Stafford Smith (1750-1836), hijo del organista de la catedral, compuso el himno de los Estados Unidos.
Catedral de GloucesterCatedral de Gloucester1 Comment