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La telaraña de Carlota

Dejando a un lado los cuentos de hadas, los estudios feministas han destacado la escasez en la historia de la literatura de personajes femeninos con un papel «heroico» con los que las niñas lectoras pudieran identificarse. Fueron llegando a partir de finales del siglo XIX, por ejemplo en Alicia en el país de las maravillas (Lewis Carroll, 1865), El jardín secreto (Frances Hodgson Burnett, 1909) o La telaraña de Carlota (1952), de E.B. White.

El personaje femenino que da nombre a La telaraña de Carlota no es la niña que aparece en la portada más popular de este libro, obra de Garth Williams.  Esa niña es Fern, que se encariña con un cerdido recién nacido algo frágil y se ocupa personalmente de criarlo. Más adelante conoceremos a quien salvará a ese cerdito, Wilbur, de una matanza segura: la araña Carlota, la verdadera estratega y ejecutora en esta historia. Wilbur sobrevive gracias a los mensajes que Carlota teje en su telaraña, que desconciertan al mundo.

No es habitual encontrar a un amigo verdadero que además sea un buen escritor. Carlota fue ambas cosas.

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