Última actualización el octubre 21, 2022
La vida para mí empezó en el momento en que dejé de admirar y empecé a recordar.
Esta frase hay que ponerla en contexto para entenderla. Es de Willa Cather, la autora de My Antonia, y la ha rescatado más de una vez Isaac Chung, el director de Minari, en las entrevistas sobre su película.
En el caso de la Cather, la revelación ocurrió cuando empezó a escribir sobre su mundo y experiencias conocidas y dejó de emular a Edith Warton. Se dio cuenta de que había encontrado su estilo y su voz. Y algo similar le pasó a Chung con esa historia con tanto de autobiográfico que es Minari.
Un tercer caso reciente que veo en la misma línea: Feria, de Ana Iris Simón. En My Antonia nos hipnotiza un tiempo y un lugar ya lejano, cuando hablamos de algo muy reciente la emoción aún está fresca, procesándose. La intención de hacer literatura, para mí, es lo que marca la diferencia.
Aquí dejo algunos pasajes de Feria en los que muchos nos podemos reconocer, y que podrían animar a los de su generación y a las próximas a contar su historia, al menos hasta encontrar su voz. Y luego ya trabajarán la ficción (si quieren):
Nuestros imperativos existen y son materiales y a menudo hablo con mi amiga Cynthia de que para mí o para ella o para nuestra amiga Tamara era sencillo lo del ascensor social, era fácil superar el estilo de vida de nuestros padres carteros y camareros y limpiadoras y barrenderos y de nuestros abuelos obreros industriales o campesinos o feriantes, pero no es así para el resto de nuestros amigos, para los de clase media, para los hijos de profesores y médicos y abogados y empresarios.
Un día mi abuelo me dijo que las flores eran de mi abuela, que él solo plantaba cosas «que sirvieran», y por cosas que sirven él entiende todo aquello que se puede comer, ya sean tomates, calabazas o aceitunas.
Tardé más de veinte años en decir que mis abuelos eran feriantes.