Última actualización el octubre 21, 2022
Imagínate firmar tus libros como Elizabeth Taylor y ser contemporánea -aunque algo mayor- de una actriz con el mismo nombre y mundialmente conocida. Es lo que le pasó a una autora inglesa (1912-1975) cuya obra se ha empezado a reivindicar, después de haber sido leída en su época pero poco valorada por la crítica. Cualquier búsqueda sobre ella tiene que ir seguida de «escritora», de lo contrario aterrizas en informaciones sobre la actriz.
Acabo de leer sus Complete Short Stories y lo más interesante es ver cómo pone la lupa sobre vivencias que tradicionalmente han tenido poca presencia en la literatura, mucho menos desde una mirada femenina que ella no enmascara. Y, sobre todo, en personajes que tradicionalmente hubieran sido secundarios o definidos en un par de líneas. Hoy en día a esa mirada y a esos temas ya estamos más acostumbradas.
Me identifico con tantas cosas que dice que casi todo el libro ha terminado subrayado. Aquí va una selección de fragmentos:
Sobre la experiencia de tener niños (que no hijos) vista desde la recién estrenada madurez:
Ahora nunca pienso sobre el hecho de tener niños. Es un tema que me aburre enormemente, como un hobby que he dejado atrás. Cuando me entero de que alguna mujer más joven ha tenido un niño, hasta me sorprendo un poco, porque me resulta algo finiquitado y pasado de moda. Están hablando conmigo y no se dan cuenta de lo poco que me interesa lo que dicen. Solo pienso, «Dios mío, ¿la gente todavía está teniendo niños?»
Comenta que esa empatía vuelve más adelante, al tener nietos.
Habla también de la rigidez en las rutinas a partir de ciertas edades:
Tenía pequeñas formas de mimarse durante las largas horas que pasaba sola, consuelos que se fueron haciendo más importantes a medida que cumplió más años, hasta que llegó el día en que el no tener su taza de té a las cuatro y media era el preludio del desastre.
¿Y qué decir de la impaciencia? Hoy en día es mi estado por defecto:
Cuando le preguntó a Harry él se rió y le dijo que hablara con su padre, lo cual significada perder tres cuartos de hora sentada en la cocina y que luego se hiciera tarde para dar un paseo.
En definitiva, describe vivencias de la que una no es consciente hasta que alcanza cierta edad:
Comprar libros con letra pequeña no es ahorrar, porque antes de que te des cuenta estarás pagando elevadas facturas del oculista.
Cuando eres mayor nadie responde. Hablas y nadie escucha.
Todo en la vida lo tomaba con el mismo ritmo pausado – signo de envejecimiento.