Cuando los humoristas tienen hijos, y sobre todo si lo suyo es la observational comedy, a menudo incorporan a sus monólogos las experiencias de los primeros años como madres/padres. Si es éxito o sin éxito es donde está el debate. En el New York Times acaban de analizar muy bien este fenómeno que ellos llaman parent trap de la comedia.
Hablar de los bebés, niños o crianza es tan universal como nicho. A la gente que no tiene hijos, no plantea tenerlos en breve o hace mucho que los tuvo, el tema no le interesa o le aburre rápidamente. No hace falta irse a la comedia para darse cuenta de esto, porque pasa lo mismo en nuestras vidas.
Pese a resultarme cercana la temática de estos monólogos, por lo general me decepcionan. Están plagados de ocurrencias que no se diferencian en nada de lo que oímos o decimos cuando charlamos con otros padres y madres en la puerta del colegio. Es un humor que no trasciende, sin ambición y que solo toleramos porque el cómico de turno nos gustó en anteriores stand-ups, y se lo perdonamos a la espera de que su arte vuelva a ganar altura.
Podría hacerse buena comedia con esto, por supuesto, falta que alguien lo consiga.