Rosie O’Donnell ha sido la última invitada al podcast de Brooke Shilds, Now What?. Le explica a Brooke que en sus inicios en la stand up comedy contaba chistes de Jerry Seinfeld. Copiaba hasta su cadencia al contarlos. Hasta que alguien le dijo que no puedes hacer monólogos con chistes de otros, que tienes que escribir los tuyos propios. Rosie se sentía incapaz, y entonces le dieron este consejo: habla de tu familia y a partir de ahí el humor saldrá solo. Y así ocurrió. Esto explica por qué hay tantos humoristas contando sus miserias domésticas y familiares.
También cuenta cómo nadie se creía que fuera a dejar su talk show con el éxito que estaba teniendo. Según Rosie, si ya tienes 100 millones de euros y quieres seguir ganando más dinero es que no te has enterado de para qué estamos en este mundo.
Cuando los humoristas tienen hijos, y sobre todo si lo suyo es la observational comedy, a menudo incorporan a sus monólogos las experiencias de los primeros años como madres/padres. Si es éxito o sin éxito es donde está el debate. En el New York Times acaban de analizar muy bien este fenómeno que ellos llaman parent trap de la comedia.
Hablar de los bebés, niños o crianza es tan universal como nicho. A la gente que no tiene hijos, no plantea tenerlos en breve o hace mucho que los tuvo, el tema no le interesa o le aburre rápidamente. No hace falta irse a la comedia para darse cuenta de esto, porque pasa lo mismo en nuestras vidas.
Pese a resultarme cercana la temática de estos monólogos, por lo general me decepcionan. Están plagados de ocurrencias que no se diferencian en nada de lo que oímos o decimos cuando charlamos con otros padres y madres en la puerta del colegio. Es un humor que no trasciende, sin ambición y que solo toleramos porque el cómico de turno nos gustó en anteriores stand-ups, y se lo perdonamos a la espera de que su arte vuelva a ganar altura.
Podría hacerse buena comedia con esto, por supuesto, falta que alguien lo consiga.
Lorne Michaels tiene 77 años y lleva al frente de Saturday Night Live desde su estreno en 1975. No se prodiga demasiado, pero esta semana ha charlado con Dana Carvey y David Spade en su podcast Fly On the Wall.
Michaels es un dios para los cómicos que sueñan con escribir o protagonizar los sketches de su programa. También para Rob Lowe, que se ha hecho podcaster y no hay episodio de Literally! with Rob Lowe en el que no hable del creador de SNL.
El olfato de Lorne Michaels para la comedia es finísimo, quién lo duda a estas alturas. De SNL han salido Bill Murray, Adam Sandler, Will Ferrell, Eddie Murphy, John Bellushi, Chris Rock… Demasiados hombres, sí, pero por suerte en las últimas décadas también muchas cómicas a las que venero, como Tina Fey, Maya Rudolph, Amy Poehler, Kristen Wigg o Kate McKinnon. Si creemos (y yo lo creo) que en un mundo de hombres hay que ser cuatro veces mejor que ellos para colocarse a su nivel, nos podemos imaginar la estatura de estas cómicas.
A Fly On the Wall acudió hace unos meses precisamente Tina Fey. Para ella, el sketch que mejor representa el giro de los tiempos en el humor de SNL es el del iceberg del Titanic. En él, un Bowen Yang caracterizado como el iceberg contra el que chocó el Titanic se queja a Colin Jost de que nadie se haya disculpado por haberle golpeado cuando estaba descansando aquella noche en su casa.
Volviendo a Lorne Michaels, cuando le preguntan por qué cree que a medida que envejecemos nos llaman más el campo y la naturaleza, él responde que no lo ve así:: lo que nos atrae son los paisajes de la infancia. Por eso, dice, él descansa del ajetreo televisivo y de Nueva York en su casa de Amagansett, en los Hamptons. Es lo más parecido a su Toronto natal que ha localizado a corta distancia de NYC
¿Por qué ponen diademas a bebés sin pelo? Lanza la pregunta Hannah Gadsby en su monólogo Nanette. La respuesta, al final del post.
Todavía estoy recuperándome de este especial que se puede ver en Netflix. Hizo mucho ruido cuando se estrenó, pero hasta ahora no había podido verlo con calma y entiendo por qué fue un hito.
Empieza con comedia, pero a continuación se suceden unos altibajos muy pronunciados de tensión, a medida que Hannah toca temas sensibles y no sabes si reirte o parar el vídeo, descansar y formarte una opinión sobre lo que está haciendo. Ella reconoce que es especialmente hábil para modular la tensión en su show, y vaya si lo consigue… Lo que empieza como un chiste termina en grito de ira y desesperación.
Hannah creció en un pueblito del «cinturón bíblico» de la isla de Tasmania cuando allí todavía era un crimen la homosexualidad. En varias ocasiones comenta que quiere dejar la comedia. No lo ha hecho, pero entiendes su planteamiento. En resumen: si un hombre cis hace chistes de autocrítica salvaje (selfdeprecating), lo vemos como un baño de humildad. Pero si alquien con la historia de Gadsby convierte en humor sus vivencias, lo que consigue es humillarse, que es lo último que necesitaba. Y ella quiere controlar la forma de contar la historia para que no sea así.
A los bebés sin pelo les ponen diadema para que se note que son niñas. Vamoos a pensar sobre esto.
Esta es su respuesta cuando les preguntan por lo peor de ser actor:
Martin Short: La cantidad de textos que tienes que memorizar. Porque no es solo el simple actor de memorizar, como recitar un poema o algo por el estilo: tiene que sonar fresco, como si nadie lo hubiera dicho antes. Steve Martin:Ya, Martin, lo llaman actuar (risas).
No sé si estaría preparado o era improvisado, al fin y al cabo son dos leyendas de la comedia. Pero, ¿verdad que hace pensar? Ese es el tipo de humor que me gusta, el que trasciende lo literal y descubre pequeñas miserias.
Ahora que cada gracioso que abre cuenta en redes salta a hacer stand up, escuchar a auténticos cómicos (conocidos o no) me reafirma en que el humor es un arte que dominan muy pocos.
Las peores entrevistas se hacen en el podcast Smartless, conducido por tres actores/cómicos: Jason Bateman (Ozark), Will Arnett (Lego Batman, 30 Rock) y Sean Hayes (Will & Grace). Son tan malas que resultan adorables. No me pierdo una.
En el último episodio (el número 100) entrevistan a Bradley Cooper. De toda la charla, tan caótica como todas en este podcast, he extraído un mantra para esta maternidad/paternidad tan autoexigente del siglo XXI: compórtate con tus hijos, o delante de ellos, de forma que de mayores no tengan que ir a terapia por tu culpa.
Es mi reflexión después de oír a cuatro chiflados hablando de todo lo que se les pasa por la cabeza 🙂
En la era de la cultura de la cancelación hay en Estados Unidos un tipo de cómicos a los que se llama woke comedians. Aquí hay una lista. Son los que hacen humor teniendo muy presentes las actuales sensibilidades, y que jamás van a dejar en mal lugar a colectivos maltratados históricamente.
Sarah Silverman o Amy Schumer no son exactamente woke comedians. Llevan años haciendo stand up comedy y son conscientes de que han metido la pata a menudo. Han optado por disculparse y corregirse cada vez que un chiste o comentario es mínimamente cuestionado.
Otro cómico, Marc Maron, reniega del movimiento woke más por la ansiedad que le provoca que por no comulgar con su espíritu inclusivo y constructivo. Su humor es autoparódico y neurótico, no deja demasiado espacio a los demás y si lo hace es entrando en política. Maron tiene un podcast -en mi top 5 de podcasts- y recientemente ha hecho entrevistas memorables a Kenneth Branagh o Benedict Cumberbatch.
Ali Wenthworth (también cómica) entrevistó recientamente a Amy Schummer en su podcast Go Ask Ali. Entre otras cosas, hablaron de lo mucho que cobran los humoristas por actuar en las universidades, sobre todo en las de más solera. Y en lo sensible que es este público universitario a cualquier chiste. Por un lado es positivo ver que las nuevas genraciones cuestionan y analizan cualquier manifestación del antiguo status quo -léase patriarcado blanco-, pero por otro no hay humorista que arriesgue frente a un público así. Está acordado de qué se puede hacer chistes y de qué no, y no hay más que hablar.
El chiste que le dio a conocer hablaba de los bancos de esperma: ¿La diferencia con un banco? Que una vez haces el depósito pierdes el interés. Gustó tanto que empezaron a conocerle como the sperm bank guy.
Lo suyo eran ocurrencias apolíticas, inocuas, sobre la familia y la vida cotidiana de la era Kennedy. Otro ejemplo: No te he podido arreglar los frenos, así que lo que he hecho es subirte el volumen del claxon.
Zweibel recuerda que Lorne Michaels, mítico creador (todavía en activo) de Saturday Night Live, dijo en la primera reunión que tuvo el equipo del programa antes de salir a antena: Hagámonos reír unos a otros. Si lo conseguimos, eso va a la tele.
Y ahí siguen casi 50 temporadas después. La última semana, SNL tuvo como presentador a un exalumno, Jason Sudeikis, que arrasa como protagonista de Ted Lasso, donde también ejerce de productor y a veces guionista.
Me interesa mucho el humor y sus sus límites: cuándo se puede hacer humor de algo o alguien, si lo puede hacer cualquiera.
Esta semana han publicado una entrevista a Lorrie Moore (1957) en The New Yorker. Al preguntarle sobre la dificultad de escribir comedia, responde así:
No pienso que escriba comedia, creo que escribo drama. Pero pasa el tiempo y, como sabemos, si sumamos el tiempo a la tragedia obtenemos comedia. No siempre, por supuesto.
Para mí es, junto con la poesía, la mejor forma de ver la realidad en todos sus matices, y una invitación a pensar con libertad.
Me fascinan los buenos cómicos y el stand-up cuando te revoluciona las neuronas.
Habiendo caído varios de ellos recientemente -porque Time’s Up– una se pregunta (los mejores humoristas también) dónde están los límites del humor. Y si nos van a seguir haciendo gracia los gags o monólogos de los que han abusado de su poder.
Como dice Julianne Escobedo Shepherd, editora de Jezebel, tienes que estar moralmente por encima de la persona a la que parodias para que esa parodia sea efectiva.
Lo comenta en relación a las últimas apariciones de Alec Baldwin parodiando a Trump después de haber dado su apoyo a Woody Allen y James Toback, ambos acusados de acoso sexual.