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Categoría: Mis cosas

El poder de los introvertidos

He leído un libro sobre mí: Quiet, de Susan Cain. Al español se tradujo como El poder de los introvertidos (en un mundo incapaz de callarse) (2012). ¿Es un libro de autoayuda? Supongo. No da consejos, pero valida -palabra tan de moda- tu personalidad. La conclusión es que los introvertidos somos tan necesarios como los extrovertidos.

Según cuenta Cain, quien popularizó los términos introvertido y extrovertido fue Carl Jung en su obra Tipos psicológicos, publicada en 1921. El mismo año, asociando ideas, en que nació mi padre, quien se pasó la vida diciendo que yo era muy tímida. Era algo más:

Los introvertidos no son necesariamente tímidos. La timidez es el miedo a la desaprobación social o la humillación, mientras que la introversión es la preferencia por ambientes que no sean sobreestimulantes. La timidez es, inherentemente, dolorosa; la introversión no […] Un tímido teme hablar alto, mientras que un introvertido simplemente está sobreestimulado.

Según Carl Jung, la introversión o extroversión son los pilares de nuestra personalidad. Él nos da la mejor definicíón de cada tipo:

  • a los introvertidos les atrae ese mundo interior de pensamientos y sentimientos; recargan sus baterías estando solos
  • a los extrovertidos les atrae la vida exterior, las personas y las actividades; necesitan recargar sus baterías cuando no socializan lo suficiente.

Según Jung, no  hay extrovertidos puros ni introvertidos puros. Eso sería la locura.

Sobre los introvertidos voy a listar aquí una serie de rasgos que analiza el libro y que a mí, particularmente, me definen:
– sienten que se expresan mejor por escrito que conversando
– evitan el conflicto
– no se les da bien la charla intrascendente (small talk)
– la mayoría son altamente sensibles (PAS)
– la sobreexcitación interfiere en su atención y su memoria a corto plazo, componentes clave de la habilidad de improvisar al hablar
– hablan más bajo porque así es como prefieren que les hablen los demás
– algunos son capaces de comportarse como extrovertidos por el bien de su trabajo, sus seres queridos o algo que tenga mucho valor para ellos

Introvertido no es sinónimo de ermitaño o misántropo, según Jung (aunque, añado yo, tengamos nuestros episodios de ambos).

Las oficinas abiertas

Susan Cain dedica muchas páginas a hablar de ellas, y cuánto se lo agradezco. Llevo toda mi vida profesional trabajando en praderas y para mí, desde luego, no son. Me da igual que rompan símbólicamente las jerarquías Busco los puestos junto a columnas, en las esquinas, pegados a la pared… y eso ayuda, pero solo a ratos.

Son incalculables las horas que he trabajado en casa porque en la oficina sencillamente no lograba funcionar. Por lo general, allí recababa información, y en casa la estructuraba, le daba sentido. El trabajo mecánico lo puedo hacer en una oficina abierta, el creativo desde luego no. Y no es por el ruido, ni por las interrupciones… que imagino que pueden ser molestas para todo tipo de gente. Es por todo que conlleva ser introvertida.

Ojalá pudiera opinar sobre otro tipo de oficina, pero no lo he conocido.

¿Quién quiere ser extrovertido?

En la cultura occidental, la extroversión es un ideal. Se asocia al éxito social y profesional. Predomina entre los estudiantes de las universidades y escuelas de negocios más prestigiosas.

Cain documenta la lucha interna de algunos alumnos introvertidos en instituciones de élite como la Harvard Business School. Tal vez, plantea, algo no está bien en  un estilo de liderazgo que valora la respuesta rápida y asertiva sobre las decisiones tomadas con más reflexión y calma.

¿Por qué? Pensemos en las reuniones: todos recordamos casos en los que la opinión de la persona más habladora y enérgica de la sala se impuso sobre las de los demás. O cuando el grupo sigue al que antes se pone en acción (cualquier acción). Hay personas que están muy seguras sobre cualquier tema, y lideran; otras no estamos seguras de nada

Lo que a los occidentales nos parece deferencia asiática es realmente consideración por las sensibilidades de los demás.

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Jewel y los búfalos

Me ha gustado escuchar a Jewel en el podcast de Mayim Bialik.

Jewel ha hablado muchas veces de su pasado homeless y de cómo luchó por no ser un número más en las estadísticas que predecían su fracaso profesional y existencial.

Esta vez ha hecho dos comentarios que no se me van de la cabeza:

– La metáfora de los búfalos: son los únicos animales que corren hacia la tormenta en lugar de escapar de ella; de esa forma la dejan atrás antes que nadie.

– La felicidad y el pensamiento: uno no es feliz por lo que es o por lo que tiene, es feliz por lo que piensa. Esto, al parecer, lo dijo Buda.

Jewel
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La mujer temblorosa y la terapia de Instagram

Hacía tiempo que quería leer a Siri Hustvedt, y no sé si ha sido buen idea empezar por La mujer temblorosa o la historia de mis nervios (The Shaking Woman, 2010). El libro parte de un episodio de agitación incontrolable por todo el cuerpo que sufrió la escritora cuando daba una charla sobre su padre.

El libro no ha envejecido bien, porque muchas de las ideas que plantea son ahora totalmente mainstream por culpa de -o gracias a- lo que esta semana denominó el New York Times «terapia de Instagram«. Lectura recomendada, por cierto, para ponernos en alerta sobre esta moda del autodiagnóstico, el exceso de autoobservación o el individualismo radical post-pandémico. Me ha llegado al alma esta frase:

Nos hemos acostumbrado cada vez más a percibirnos como los protagonistas de nuestra propia vida y a los demás como obstáculos en nuestro camino.

Volviendo al libro de Siri Hustvedt, recopilo algunas de las reflexiones que hoy están por todo Instagram:

Sobre el que una enfermedad se convierta en tu identidad, y el consiguiente estigma:

Los pacientes psiquiátricos a menudo dicen «Ya sabes, soy bipolar» o «Soy esquizofrénico». Se identifican totalmente con su enfermedad en estas frases.  

Sobre cómo se han renombrado algunos trastornos:

Mi ataque había sido de histeria. Este término ha sido casi eliminado del discurso médico y sustituido por desorden de conversión, pero bajo el nuevo subyace el antiguo, persiguiéndolo como haría un fantasma […] En el habla cotidiana usamos la palabra histeria para indicar la excitabilidad o exceso de emoción de una persona.

Sobre la separación entre lo físico y lo mental:

Diferenciar lo mental de lo físico es un anacronismo reduccionista del dualismo cuerpo/mente.

Sobre el carácter hereditario de algunos trastornos:

El trastorno maníaco depresivo, también conocido como trastorno bipolar, suele venir de familia; el componente genético es considerablemente mayor que en la esquizofrenia. 

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Hora de escuchar y empatizar

Qué bien lo he pasado escuchando la charla entre Alannis Morissette y Mayim Bialik en el podcast de esta última, Mayim Bialik’s Breakdown. Ha sido como viajar a mis años de universidad, y definitivamente he sentido que pertenezco sin fisuras a su misma generación, la X.

Estas famosas que llevan décadas autoanalizándose con ayuda de profesionales tienen respuesta a muchas de nuestras rumiaciones. Una frase trabajada con su terapeuta de cabecera nos ayuda a los demás a ubicarnos y explicarnos. O, por lo menos, nos da que pensar.

Me gusta lo que comenta Alannis sobre que antes de ser madre no paraba de hablar y de opinar. Desde que es madre, lo que le pide el cuerpo es escuchar y empatizar. Me propongo esforzarme cada día por sacar lo mejor de esta segunda etapa de la que habla.

Y entiendo a Mayim cuando recuerda que la llegada de Alannis hablando de medicación en Jagged Little Pill fue un meteorito en su vida, como cuando escuchó a Nirvana por primera vez.

Creo que, superado el trastorno adaptativo de la primera etapa de la maternidad, se nos presenta un camino para crecer y disfrutar siendo quienes somos realmente, sin artificios.

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El consentimiento de los caballos

Tampoco sé mucho de caballos, por eso me quedé pensativa al escuchar a la cómica Whitney Cummings explicándole a Marc Maron que ella solo monta a caballo si es consensuado.

Lo que estamos acostumbrados a ver en películas o series de cowboys es el proceso de break a horse, es decir, de amaestrarlo para que lo puedan cabalgar personas. En Yellowstone, esta práctica aparece en casi cada episodio.

Whitney Cummings a lo que se dedica es a unbreak horses: rescata caballos que están exhaustos, que reniegan de ser cabalgados, y les devuelve la calma de vivir a su aire

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Un perro adolescente

Será porque nunca he tenido perro que no había caído en que los perros tienen adolescencia, como las personas. Ocurre entre los seis meses y los dos años, aproximadamente. Se vuelven más desobedientes, no paran quietos, rompen cosas en la casa. Es a esa edad cuando hay más abandonos, al dejar de ser cachorros y sacar su personalidad.

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Mejor en el presente

Hay cosas que están bien donde están, por ejemplo, en el pasado. Y más aún sabiendo que el exceso de pasado causa depresión (y el de futuro, ansiedad).

Lo recordé al leer estas palabras de Miqui Puig en El País:

Hay mensajes muy personales o para uno mismo como ese “volver nunca es buena idea”, que es una cosa que hacemos mucho los seres humanos, ¿no? Eso de regresar a lugares donde te han machacado emocionalmente o seguir mandando ese mensaje de madrugada que sabemos que no debemos mandar.

 

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Expectativas y ¿resentimiento?

Expectation is resentment waiting to happen

Traducción libre mía: expectativa es lo que va antes del resentimiento.

La frase la dijo Bonnie Raitt en el podcast de Marc Maron. No es suya sino de la escritora Anne Lamott.

Entrando en teoría de la traducción, entre resentment y resentimiento no hay una equivalencia natural, aunque estén cerca y entendamos lo que quiere decir Bonnie Raitt: no tengas muchas expectativas, así no acabarás frustrado y disgustado.

Resent diría que ahora se usa coloquialmente en inglés con el sentido de molestar, irritar, incluso decepcionar; y se refiere a personas o seres vivos más que a situaciones. Marc Maron en uno de sus monólogos decía que prefería los gatos a los perros porque a los perros los notaba tan demandantes y necesitados de mimo: «I resent them» es lo que le provocaban. Esto yo lo traduciría como una mezcla de agobiar, incordiar y coger manía.

Volviendo a la frase de Anne Lamott, pienso en que hoy he llegado a los 101 borradores en este blog, es decir, cien historias -por llamarlas de alguna forma- sin publicar. Las expectativas de publicarlos estaban ahí, si no, no los hubiera dejado en borrador. Revisando por encima, hay de todo: muy extensos, hiperbreves, listos para publicar… y están algunos que no sé qué me impulsó a escribirlos. Definitivaemente, era otra etapa.

Pero, ¿siento resentimiento? Puede, pero más bien hacia mí misma, y hastío de este intentar publicar algo y, al final, nada.

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Quién tiene la culpa de todo

Vivimos en la era del trauma porn: todo tipo de especialistas van hurgando en nuestro pasado para encontrar el origen de defectos, incapacidades y fracasos. Y muchos, como es habitual en cada etapa que vamos quemando, hacen caja con ello.

Ayer escuché una entrevista a Kelly McDaniel, autora del libro Mother Hunger: How Adult Daughters Can Understand and Heal from Lost Nurturance. McDaniel lleva casi 20 años trabajando en el concepto de mother hunger o hambre, necesidad de madre que todas, según ella, podemos llegar a sentir.

Parte de que, desde bebés, para sobrevivir necesitamos tres cosas: que nos quieran y apoyen, que nos protejan y que nos guíen. Son necesidades primarias que, si no se han cubierto siendo hijas, inconscientemente trataremos de satisfacer de mil maneras, por ejemplo comiendo mal (trastornos alimentarios), quedándonos atrapadas en relaciones tóxicas o buscando lo que nos faltó en diferentes personas a lo largo de la vida. Para colmo, dice, puede que no nos demos cuenta de esta dinámica hasta pasados los 40, 50 o incluso 60 años.

Y ahora llega lo duro: ¿tienen nuestras madres la culpa de todo, por más que hicieron lo que pudieron dadas las circunstancias? O, igual de autodestructivo, ¿estamos condenadas a «romper» emocionalmente a nuestros hijos cada vez que una época difícil hace imposible ser la mejor madre?

Como consuelo queda ese mantra de que detrás de estas preguntas está tu voluntad de hacerlo bien.

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Siete tipos de cansancio

Escuché en este podcast que hay siete tipos de cansancio. Me reconfortó la idea, porque a veces nos sentimos cansados y alguien nos dice «si llevas todo el día sentada» o «si has dormido nueve horas» (no suele ser el caso), y por lo general tienen razón.

Estos son los tipos y la visión que tengo de ellos:

Físico: el que todos entendemos por cansancio. El cuerpo se queda sin energía después de mucho esfuerzo y/o actividad.

Mental: cuando el sobreesfuerzo ha sido intelectual. La cabeza necesita un respiro después de sacar adelante mucho trabajo en poco tiempo, o haber resuelto una tarea muy compleja o, en mi caso, cuando me paso de la raya leyendo el libro que sea que tengo entre manos.

Para mí esos dos cansancios, el físico y el mental, son universales y nos atacan a todos en algún momento. ¿Quién no acaba agotado física o mentalmente después de trabajar en exceso, sea con el cuerpo o con la mente?

Pero los otros cinco no los experimentamos todos de la misma forma. A mí, que no psicóloga ni neurocientífica pero me intriga infinitamente la naturaleza humana, me suenan conceptos como PAS (personas altamente sensibles), sobrecarga sensorial, fobia social, bloqueo creativo… y por ahí van los tiros.

Estos son los otros cinco tipos de cansancio:

Emocional: cuando los sentimientos son tan intensos que no te queda energía para más. Y te duermes (en mi caso). He comprobado que las emociones fuertes crean adicción. Cuando en una familia pasa algo grave, hay cierto instinto de seguir echando leña al fuego para que no decaiga la emoción. Sin pretenderlo me he entrenado para oler a los azuzadores y mantener las distancias para no quemarme yo de pura furia.

Social: si eres introvertido (y no necesariamente tímido, que ese es otro rasgo) necesitas tiempo contigo mismo. De acuerdo, todo el mundo puede necesitar tiempo consigo mismo, pero algunos más que otros. Es como ir a la gasolinera para poder seguir circulando. Cuesta comunicarlo sin poner a los demás a la defensiva, pero lo cierto es que este cansancio es muy común y de fácil reparación (a menos que tengas niños pequeños y poca ayuda).

Sensorial: este cansancio a mí se me ha acentuado con los años. O tal vez con los niños, porque percibo cierto trauma en la idea de no poder calmar un llanto o una rabieta. Interiormente me pongo frenética si hay exceso de ruido, o de gritos, o de las dos cosas a la vez (gente gritándose y moviéndose sin parar), lo que en inglés llaman roughhousing. Estoy trabajando en ello.

Creativo: no hace falta ser artista, basta con que se te agoten las ideas para sentir cansancio creativo. Ejemplo: cuando llevas doce horas inventando entretenimientos para niños y no queda en ti nada más que ofrecer. O cuando intentas ayudar a alguien que no se deja ayudar, y te agotas.

Espiritual: me cuesta más entender este tipo de cansancio, porque no me siento ni religiosa ni espiritual. Debe de ser algo así como que has perdido de vista el faro que te guía, y debes parar y buscarlo antes de seguir avanzando.

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