
No he encontrado una traducción establecida para el SAHM (stay at home mom) de la madresfera norteamericana o su versión masculina: SAHD (stay at home dad). Son los padres o madres que, por el motivo que sea, no trabajan o trabajan en casa mientras se dedican al cuidado de sus hijos.
En All Joy and No Fun: The Paradox of Modern Parenthood (Jennifer Senior, 2014) se reflexiona -entre otras muchas cosas- sobre estas figuras, en contraposición al ama de casa (housewife) perfecta de los años cincuenta del siglo pasado.

Comenta Senior que el buen hacer del ama de casa se medía por cómo llevaba su casa: si la tenía siempre impecable y ordenada, si usaba un producto de limpieza específico para cada superficie, si sacaba la vajilla adecuada para cada ocasión, si sabía decorar las habitaciones con gusto, si elegía correctamente el vestuario propio, del marido y de los hijos… Si la respuesta era que sí, entonces había logrado la excelencia como housewife. Ejemplo: Betty Draper.
Hoy se mide el buen hacer de la SAHM o el SAHD -y, por extensión, de todos los padres y madres- basándose en las decisiones que toman sobre la crianza y educación de sus hijos, y en cómo las llevan a la práctica. Y el examen empieza muy pronto, ya en el embarazo, y sigue con el parto, la lactancia, la gestión del sueño, el manejo de las rabietas, la retirada del pañal, la pedagogía elegida… Se ha popularizado un ideal de perfección tan inquebrantable que es habitual que quien no lo siga lo silencie.
Cómo me ha gustado la parodia que hace The Marvelous Mrs. Maisel del ama de casa perfecta de los 50, con Midge (Rachel Brosnahan) como una housewife despechada del Upper West Side que se transforma en una fiera del stand-up que acaba varias veces en el calabozo por escándalo público -y allí coincide invariablemente con Lenny Bruce-.
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