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La Hormiga Remolona Entradas

De gustibus non est disputandum

Gran teórico de la estilística, Dámaso Alonso decía que el fin de una obra literaria no es ser sometida a un análisis científico, sino simplemente ser leída y «directamente intuida», entendida la intuición como un «acto de amor». Cada objeto literario es único, como cada creador, y en captar esa singularidad es en lo que consiste la metodología estilística. También cada lector es único, añadimos, y, como diría el caballero Tristam Shandy, De gustibus non est disputandum («sobre gustos no hay nada escrito»).

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El camino de las palabras

Grandes autores han indagado en la brecha que separa el mundo de los hechos del mundo de las palabras. A ese espacio se refiere Proust cuando explica en El mundo de Guermantes que «sentimos en un mundo; pensamos, denominamos en otro; podemos establecer entre ambos una concordancia, pero no colmar el intervalo que los separa».

Siempre más visceral, Faulkner puso en boca de Addie Bundren, ya muerta, en Mientras agonizo, estas palabras: «Pensé que las palabras ascienden derechas como una tenue línea, ligera e inofensiva, mientras que los hechos se arrastran horriblemente pegados al suelo, de forma y modo que, al poco rato, no hay modo de pisar a un tiempo esas dos líneas…»

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Oda a Newland Archer

A una adaptación al cine de Henry James habría que pedirle la contención (y el reparto) de La edad de la inocencia. Newland Archer es un personaje absolutamente jamesiano, no sólo por el apellido… y Edith Warthon, que nació hace hoy 140 años, una pobre imitadora cuya novela se eleva con esta cinta hasta las alturas que ella hubiera querido alcanzar en su escritura.

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Los placeres y los días

En esta obra impresionista de 1896, cuyo título tomó de Hesiodo (Los trabajos y los días), Marcel Proust incide en la reflexión sobre la fuerza poética del pasado con la agudeza que le caracteriza: Dicen que la Muerte embellece a quienes hiere y exagera sus virtudes; en general, más bien era la vida quien no les hacía justicia.

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Día chejoviano

Un 17 de enero de 1860 Anton Chejov nacía en Taganrog (Rusia). En la misma fecha, pero de 1904, El jardín de los cerezos se estrenaba en Moscú en un montaje de Stanisklavski.

En el relato Tres rosas amarillas, que da título a su libro, Raymond Carver reconstruye los últimos días del dramaturgo. Justamente este relato poco tiene del realismo sucio que hizo famoso a Carver.

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El París de Quasimodo

He aquí una ilustre ejercicio de imaginación histórica: Notre-Dame de Paris. El 15 de febrero de 1831 Victor Hugo terminó de escribir esta novela, que había empezado tan sólo cuatro meses antes.

El gótico más amenazante enmarca las andanzas de Quasimodo y Esmeralda, personaje con una fuente directa de inspiración: Preciosa, La Gitanilla de Cervantes. En París preparan ya los actos que conmemorarán este año el bicentenario de Hugo.

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Imaginación histórica

Joyce o Flaubert son creadores que han indagado en las posibilidades de la imaginación histórica, concepto que en su vertiente literaria se remonta al Romanticismo. El presente como materia literaria es origen de una cierta tensión que transmite impurezas a la obra de creación. Como elemento poetizable, el pasado gana terreno al presente con su indiscutible poder de evocación.

En pequeña escala, esta reflexión podría tener una aplicación práctica en el relato de relatos: Los muertos, del propio Joyce. Michael Furrey entonando La joven de Aughrim, evocados por Gretta, se magnifican en el relato con toda la fuerza con la que la imaginación trabaja sobre el recuerdo y lo irrecuperable.

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Otro tipo de riqueza

There is another Loneliness

That many die without,
Not want or friend occasions it,
Or circumstances or lot.
But nature sometimes, sometimes thought,
And whoso it befall
Is richer than could be divulged
By mortal numeral.

Emily Dickinson (1830-1886) nunca vió su obra publicada. Tan sólo los versos incluidos en cartas a sus amigos transmitieron mientras vivía la originalidad de su visión cristalina de la desolación.

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Mentes incandescentes

Un 9 de enero de 1924 Virginia Woolf adquirió una casa en el barrio de Bloomsbury que se convertiría en lugar de reunión del grupo que marcó las pautas de las letras inglesas a principios del siglo XX. Superada la furia feminista, Una habitación propia (1928) se lee como un brevísimo y muy divertido ensayo que contiene agudas reflexiones sobre la creación literaria.

Aunque suene atrevido, la Woolf establece un paralelismo entre Shakespeare y Jane Austen. Son creadores, dice, de «mente incandescente», que escibieron «sin odio, sin amargura, sin temor, sin protestas, sin sermones».

Todo lo contrario de lo que hizo Charlotte Brontë en su Jane Eyre. Woolf pone como ejemplo el pasaje en el que Jane sube al tejado y lamenta el infortunio de su condición femenina. En ese instante Charlotte «abandonó la historia, a la que debía toda su devoción, para atender una queja personal«. Esa indignación perturbó la continuidad de la novela.

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Escándalo en Estocolmo

Tal día como hoy, en 1880, se estrenaba en el Royal Theatre de Estocolmo Casa de muñecas, de Henrik Ibsen. Nora desasosegó a la burguesía aficionada al teatro con un desenlace provocador y adelantado a su tiempo en lo que tiene de rechazo de las formas rígidas de la sociedad decimonónica.

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